Podemos, diputados y salarios

Dentro de pocos días se constituirá la nueva Asamblea de Extremadura. Estará gobernada por una Mesa en la que, previsiblemente, habrá dos miembros del PSOE, dos del PP y uno de Podemos. Lo natural es que la presidencia sea para el PSOE. Ya se habla de una mujer y cacereña. Si se me permite, le sugiero un consejo a quien vaya a ostentar tan alta dignidad, sea quien sea: mucho cuidado con la elección del chófer que conduzca su coche oficial.

Bien. En esa Mesa tendrá la llave el diputado o diputada de Podemos. La novena legislatura será movidita parlamentariamente hablando porque, por segunda ocasión consecutiva, el gobierno no dispondrá del rodillo de una mayoría absoluta en la Cámara. Por consiguiente, el partido de los círculos aparecerá bajo un primer e importante foco de proyección pública por el papel que juegue en las decisiones de la Mesa de la Asamblea -conviene recordar que no siempre son anecdóticas o rutinarias-. Será observado por camaradas, electores y simpatizantes precisamente porque arbitrará en los enfrentamiento entre criterios diferentes de PP y PSOE. Tendrá que decidir.

Hablo de Podemos -de la diputada de Ciudadanos hablaré otro día- porque se ha hablado muy poco de Podemos. Y ese partido, con sus seis escaños, ha logrado casi triplicar sus votos de las europeas de hace un año. De 18.700 sufragios ha pasado a reunir 50.800. No está nada mal. Podemos será la formación que permita con su abstención o voto favorable el Gobierno de Fernández Vara, el vencedor de las elecciones. Y ello ocurrirá porque la alternativa que le quedaría sería votar, necesariamente con un SÍ y no solo con la abstención, a un presidente del Partido Popular. Luego Álvaro Jaén, Irene de Miguel, Obed Arnaldo, Eugenio Romero, Jara Romero y Daniel Hierro -hay que ir acostumbrándose a estos nombres- tienen por delante una ardua tarea: sacar cabeza entre un gobierno al que poco pueden presionar con obligaciones programáticas y, al otro lado, una oposición, la del PP, que ya intenta anular su rol de bisagra facilitando la investidura de Vara. Por cierto, ello le honra a Monago, coherente con su discurso de despejar el camino al gobierno a la lista más votada.

¿Cómo hará Podemos entonces para plantear cambios visibles, claros, en la política de la región, con qué armas? Sospecho que en provecho de esa visibilidad seguirán la estela de Manuela Carmena en Madrid, que se reducirá el sueldo en un 50%. Como mensaje, una dieta de adelgazamiento salarial tiene más potencia que cualquier campaña de marketing. Además, el PSOE tendría muy complejo despreciar esa iniciativa. Es probable que los diputados de Podemos se rebajen sus salarios a tres veces el salario mínimo interprofesional, como Pablo Iglesias en Bruselas. Eso son unos 2.000 euros, frente a los más de 4.000 que cobra ahora un diputado extremeño liberado. Lo razonable sería, por tanto, que Jaén y compañía obliguen -Iglesias no lo podía hacer en el Parlamento Europeo, pero aquí sí lo podría intentar- a que todos los diputados liberados se aprieten a ese salario. Al menos mientras en Extremadura un sueldo de más de 30.000 euros al año esté, como ahora, muy por encima de la media de los salarios de la región y en tanto registremos una tasa de paro como la actual, del 30%, que no se acerca ni de lejos a los mínimos niveles soportables. Por otro lado, y como complemento derivado, en aras de la máxima transparencia en la institución democrática más importante de la región, deberían obligar desde la Mesa a que se controlen, publiquen y fiscalicen regularmente las cuentas de los grupos parlamentarios financiadas con fondos de la propia Asamblea, unos 70.000 euros al mes para PP y PSOE y unos 15.000 para Podemos. Ambas propuestas -para nada descabelladas- serían un campanazo de Podemos. De lo que no cabe duda es de que con ellas se harían notar. La gente las entendería, las compartiría y hasta las agradecería.