España sucumbe en la lucha por el bronce, pero el rugby cautiva a Badajoz

El plan se fraguó semanas atrás y lograron reclutar a tres adeptos más, el hermano de Pablo, su sobrina y dos amigos, convencidos por la curiosidad que despertaba lo exótico o inusual del plan, los manjares y una jornada soleada. Celia es amante del rugby y lo practicó en varios equipos durante su etapa de estudiante en el instituto. Es la única que de verdad controla las reglas y la dinámica del juego en el grupo. Los demás bromean al respecto y amenazan con gritar gol cuando España anote un ensayo. «Lo voy a hacer de verdad», comenta Pablo mirando de soslayo a su chica. Y no iba de farol, porque así sería horas después. Evidentemente, la experta en la materia tuerce el gesto y le mira con desaprobación.

Cuando su novio se enteró de la organización de la cita continental en territorio extremeño, se apresuró a realizar los trámites logísticos (cuadrar horarios laborales y el desplazamiento) y compró las entradas. Al finalizar los encuentros, contarán con un angosto margen de apenas unas horas antes de que tengan que poner rumbo de vuelta a territorio luso. A las 4.30 de la madrugada del lunes sale su transporte con hora de llegada prevista a alrededor de las 6.30. Ella empieza su turno de trabajo a las 8, él una hora después, pero la ocasión lo merece.

Es una de las muchas historias que rodean a una cita especial e histórica para la ciudad. El España-Rumanía abría fuego a las 17.15, con el goteo de gente aún incesante proveniente de las barras instaladas en la explanada. La solemnidad de los himnos en los instantes previos al choque terminó de conceder el aura que merece al torneo heredero del Seis Naciones B. El público respondió, con las gradas exhibiendo una gran entrada, con unos 5.300 espectadores vibrando con los primeros avances del combinado español en los compases iniciales. El XV del León salió agresivo y pronto desnivelaría el marcador con el ensayo de Facu Domínguez, que aprovechó un robo para llegar hasta la zona de anotación rival tras una gran jugada colectiva. Gonzalo Vinuesa transformaría la conversión de dos puntos para establecer el tanteador de 0-7. En la siguiente acción, los rumanos gozaron de un golpe de castigo que no fueron capaces de materializar para recortar distancias, algo que sí lograrían los hombres de Santi Santos, que ampliarían su ventaja tres puntos en el minuto 20 tras patear Vinuesa desde casi la línea medular del campo en un chut certero entre palos.

El combinado de los Cárpatos se acercaba con peligro, pero las infracciones les penalizaban. En el minuto 25, un placaje alto neutralizaba las opciones de inaugurar el marcador. Aunque cada vez lo rondaban con más determinación. Un balón suelto que capturaba Jordi Jorba permitía respirar a España, que salía de su terreno y ganaba metros. Sería en el minuto 35 cuando Rumanía se estrenaba en la fase final con un golpe de castigo de Paul Popaia, lo cual espoleó al XV del Roble, que poco antes del descanso anotaba un ensayo por mediación de Marius Simionescu y se colocaba 8-10 con todo por decidir en la segunda parte.

Mal empezaban las cosas para España en la reanudación, un robo pillaba desguarnecida a la retaguardia del XV del León mientras Alejandro Alonso se dolía en el suelo por un golpe y los rumanos se topaban con un pasillo completamente abierto para que Cristi Chirica certificara otro ensayo, sumando la conversión de dos puntos y poniéndose por primera vez por delante (15-10). Apenas habían transcurrido tres minutos del segundo parcial. La reacción sería casi instantánea, con un golpe de castigo anotado por Gonzalo Vinuesa que estrechaba los márgenes (15-13). Aunque Rumanía continuaría abriendo brecha con un nuevo ensayo de Grabriel Pop un par de minutos después con cierta facilidad (20-13), al que seguiría otro de Gabriel Rupanu en el minuto 52, dejando el choque muy cuesta arriba para los de Santi Santos (25-13) que, no obstante, no se rendían y se revolvían para devolver el golpe para tratar de mantenerse vivos en la contienda; ensayo de Brice Ferrer, con conversión de Güemes, que ponía a los suyos a una anotación (25-20).

El ida y vuelta daba tintes espectaculares al duelo, animando al respetable, que se arrancaba con gritos de '¡a por ellos! Un clásico. El júbilo se desató a diez minutos para el final cuando España logró un ensayo, de nuevo obra de Brice Ferrer, tras el bloqueo de una patada y recuperar la posesión en terreno rumano (25-25). Trepidante. Un golpe de castigo rompía las tablas para Rumanía (28-25) y obligaba a los españoles a volver a remar. El Nuevo Vivero apretaba, pero cuando el choque agonizaba, tres puntos más dejaban a los españoles sin bronce (31-25).

El broche lo ponía la gran final que coronó a Georgia como vencedor. Su rival, Portugal, apoyado por un nutrido grupo de aficionados, opuso resistencia en la primera parte pero, tras la reanudación, la ex república soviética impuso su ley y no dio opción a los lusos, cerrándose el duelo por el título con 38-11.