Rutina orbital
Samantha Harvey construye una novela breve, filosófica y sin apenas trama que combina lo íntimo, lo físico y la apelación al misterio del universo
Pablo Martínez Zarracina
Viernes, 17 de enero 2025, 23:08
Seis astronautas orbitan en torno a la Tierra a bordo de la Estación Espacial Internacional. Son cuatro hombres y dos mujeres. Su trabajo es sistemático ( ... realizar experimentos, hacer ejercicio, vigilar sus cuerpos sometidos a la microgravedad) y al tiempo extraordinario. Componen un grupo humano separado de la humanidad que en cada una de sus jornadas ve cómo en la Tierra amanece y se pone el sol dieciséis veces. Sobre esa distancia Samantha Harvey construye 'Orbital', una novela breve, filosófica y sin apenas trama que aspira a funcionar como una perspectiva disruptiva mediante la que la mirada del lector se cruce —uno de los astronautas viaja con una postal de 'Las meninas'— con la del planeta, puede que con la del Hacedor.
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La novela abarca seis días en la Estación Espacial y presenta un narrador omnisciente que salta del pensamiento de los astronautas a la observación entre meditativa y sentenciosa del paisaje cósmico. Así se combina lo íntimo (una de las tripulantes atraviesa por ejemplo el duelo por la muerte de su madre) con lo físico (los astronautas siguen la formación de un tifón en Asia) y con la constante apelación al misterio esencial del universo. El problema del libro es que lo apuesta todo a la última casilla, la pastoral cósmica, pero no consigue una escritura a la altura del desafío. Por decirlo en términos de Auden, el registro poético de Harvey tiene problemas con lo sagrado. Antes que algo enorme y verdadero, su voz, traducción mediante, transmite la imagen de una autora que sigue el 'streaming' de la Estación Espacial y abre el fuego descriptivo rozando la escritura automática. Si acierta en ocasiones, en demasiadas falla e incurre en el cliché cursi –África desde el espacio es «un Turner de madurez»–, en el exceso –las corrientes de aire sobre la Tierra se comparan con las expresiones de un rostro y el planeta adopta «la cara de un guerrero de ojos salidos y con lalengua fuera, haciendo una haka»– o en el accidente múltiple: «La primera vista de la Tierra, que te deja boquiabierto, un trozo de turmalina, no, un melón cantalupo…».
Por otro lado, la novela llega a confundir el minimalismo con la ocurrencia, pero no olvida ser siempre edificante. Sucede en las reflexiones sobre la historia, el medio ambiente o el futuro de la humanidad que salpican el texto. Resultan previsibles y eso es extraño en un libro que aspira a profundizar en el asombro. En un momento de comicidad involuntaria, una radioaficionada de Vancouver contacta por azar con la radio de la Estación Espacial y estima conveniente que el tema de conversación sea la salud mental, pero la suya, no la del astronauta que lleva meses sobrevolando el planeta a 27.000 kilómetros por hora.
Orbital
Samantha Harvey. Traducción: Albert Fuentes. Editorial: Anagrama. 191 páginas, 18,90 euros.
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