De pequeños nada (II)
Poesía ·
'La falla en el fuego' es un atractivo conjunto de veinte poemas obra de la ecritora argentina Florencia DefelippeEnrique García Fuentes
Viernes, 11 de julio 2025, 23:22
La semana pasada estuvimos ponderando la encomiable labor de Chema Cumbreño con su editorial liliputienses y señalábamos el acierto del último libro de Manuel Espinal. ... Les emplazaba entonces al día de hoy para referirme a otro gran acierto reciente de la editorial, el de la argentina Florencia Defelippe, una autora que contaba ya con obra anterior como 'Parrhesia', 'Las malas decisiones', esta misma de la que hablamos hoy, publicada originalmente en 2018 y que ahora reedita liliputienses, y 'Nadie vive en esta casa,' aparecida el año pasado.
Publicidad
Se trata de un atractivo conjunto de veinte poemas muy asequibles, dividido en dos partes de diez cada una, con títulos plenos de sugerencias, pese a su aparente sencillez ('La vida tranquila' y 'Un mecanismo de supervivencia') muy en consonancia con las que ya de por sí proponía el sintagma que nombra al libro entero y sobre el cual empieza dilucidando el sentido prólogo que la poeta Claudia Masin antepone a los poemas, también de evocador título, por cierto: La falla en el fuego o la intensidad como una de las Bellas Artes, de 'quinceyana' evocación. Tratando de medir, como digo, el alcance del título puesto, Masin distingue entre considerar la falla como «aquello que no permite que las brasas enciendan del todo, lo que no le permite crecer y quemar» o, por el contrario, «la inevitable mengua, el momento en que el fuego empieza a despedirse». No es cuestión baladí por cuanto queda explícito si nos situamos ante un comienzo o ante un final inevitable, y esto es lo que trasluce el conjunto de poemas aquí recopilado, casi siempre disertando en torno a la vida cotidiana, la familia, la pareja y las múltiples las reflexiones que asuntos, en realidad tan cercanos, suscitan. Nos movemos, como tal vez quepa deducirse, en un espectro de poesía íntima y evocadora, exenta, eso sí, de sentimentalismo: el tono elegíaco –que se colige, evidentemente- aparece si lo hace, subyaciendo bajo un afortunado conjunto de imágenes inesperadas, bajo las que palpita constantemente la conciencia del paso del tiempo, sobre todo de aquel en el que en que «algo, alguien comienza a declinar», como señala Masin en el pórtico.
Tanto en una como en la otra de las dos partes en las que el libro se estructura vamos a encontrarnos esa casi continua evocación de aquello que se vivió en su momento y ya no persiste (porque ya seguramente se extinguió su fuego): la infancia, tan lejana ya que «completamos de memoria algunos hechos / sin saber si fueron ciertos o nos inventamos esos años» (como dice en el delicioso el poema que inaugura el libro), el deseo, el desgaste («¿cuándo desaparecieron todas las flores: / el rosal ahí, trepándose a la reja con sus garras / de león, las hortensias en aquella esquina / para que no se casen las chicas solteras / el jazmín y su frescura más acá y a mis pies / los pensamientos?») en un ambiente sin estridencias, minimalista casi, donde lo cotidiano (cuyo mejor reflejo es el propio hogar) acaba adquiriendo también sombras de amenaza; el hogar, el espacio que normalmente identificamos con nuestro refugio, se convierte en un lugar de inquietud, como de manera tan plástica se recoge en este amenazador poema: «Tuve una certeza: / vendrá un desastre pronto / premeditado y lento / nos irá habitando / hasta que no quede nada por hacer / más que dejar pasar el agua, esos ríos deshechos / que la fisura mal curada / no podrá detener. / Un torrente brotará por las paredes y con él / se irá todo lo que pudimos construir».
Lo que no se hace, sin embargo, es renunciar a la esperanza; si bien «Antes de partir abrasé los días que pasamos / encendiendo el fuego; de esos días / que seguramente compusieron / la trama más feliz que conocimos / ya no habrá más», cabe siempre un resquicio que permite el regreso: «Hicimos todo / con el amor de quien hace las cosas para siempre, / porque no hay / muerte en la naturaleza y lo que el fuego se llevó / sigue su curso como las raíces se abren paso / entre la tierra o la última respiración de un pájaro / que sigue latiendo en la palma de mi mano».
Publicidad
No caerá quien lea en la tentación de encontrar respuestas aquí, antes al contrario; regocíjese al reconocer que, gracias a la indudable destreza de Defelippe a la hora de fusionar lo íntimo con lo universal -por medio de un lenguaje completamente alejado de hermetismos que tan estimulantemente amalgama lo conversacional y lo lírico, lo concreto y lo simbólico-, las particulares experiencias que nos transmite se acercan muchísimo a las nuestras y nos consolará, al menos, sentirlas como propias. Esta aleación de delicadeza y precisión, de esperanzada ternura e insoslayable conciencia de los tránsitos por fuerza debe acabar conmoviéndonos sobremanera. Prueben si no.
La falla en el fuego
Florencia Defelippe
Liliputienses, 2025
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión