Pedro Calapez: «Para mí la cuestión de fondo es: ¿dónde está la mirada?»
El fotógrafo portugués expone 'Un antes siempre', una muestra que se puede disfrutar en la iglesia de Santa Catalina de Badajoz
Martín Carrasco
Badajoz
Sábado, 26 de abril 2025, 15:15
El artista portugués Pedro Calapez (Lisboa, 1953) expone 'Un antes siempre', una muestra que pueden disfrutar en la iglesia de Santa Catalina de Badajoz ... . De su extensa trayectoria destaca su participación en la Bienal de Venecia (1986) y en dos ediciones de la Bienal de São Paulo (1987 y 1991). Ha expuesto además en diversas instituciones, como la Casa de la Cittá, Roma; Carré des Arts y Capilla Salpêtriére, París; Studiolo, Witten (Alemania); Fund. Gulbenkian, Museo Chiado y Fund. PLMJ, Lisboa; MEIAC, Badajoz; CAAC, Sevilla; Fund. Pilar i Joan Miró, Mallorca; CGAC, Santiago de Compostela; CAV, Coimbra; Fund. Paula Rego, Cascais; MACE, Elvas; CAB, Burgos... Y, recientemente, en el MAAT Central, en Lisboa.
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–En primer lugar, háblenos de sus inicios, el primer contacto con el arte...
–De pequeño era distraído e inconstante (aún lo soy). Por mí pasó la práctica de obsesivos dibujos compatibles con el proceso normal del desarrollo infantil. Nada indicaba que con el tiempo serían los fundamentos de una práctica artística futura. Recuerdo el encuentro con el arte en los libros que mi madre me puso en el camino; luego mis años de instituto, que pasaron rápido en una adolescencia tensa y confusa. Después estudié ingeniería y fue en la universidad, durante la noche, cuando experimenté con lápiz y tintas y me inicié en la fotografía.
–Estamos en el contexto del Portugal de los años 70...
–Exacto, de la Revolución (1975), que fue un año inolvidable, de nuevas ideas y prácticas colectivas. Comencé entonces a dibujar y fotografiar más intensamente. Vino el paso por Bellas Artes, aunque decidí no terminar la carrera de Pintura. Con la fotografía ganaba lo mínimo para seguir dibujando.
–En aquel momento el espacio forma ya parte de sus investigaciones.
–Siempre me han deslumbrado los primitivos italianos, en esos espacios cerrados de las iglesias, donde la mirada es convocada por diferentes motivos y temas. El espacio entonces se cierra sobre mí en un envolvimiento de colores y silencios, que me 'obliga' a una multiplicidad de soportes y materiales.
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–… y vienen los 80.
–En mi caso se da la explosión. Disfruté de una intensa actividad dispersa en papeles y maderas pintadas, además de colaboraciones con otros artistas. Decidimos –los de mi generación– no depender de nadie y exponer donde mejor nos conviniera. Las residencias artísticas y viajar nos ampliaron los horizontes, revelándonos cómo de aislados estábamos en Portugal.
–Pudo más la vocación...
–Sin duda alguna. Aun así, decido continuar y creo mi primer taller en casa. Trabajar en Lisboa y salir para ver –con precisión quirúrgica– la pintura que me interesaba. Surge la feria de arte contemporáneo ARCO en Madrid, donde desde la cuarta edición (1986) vengo presentando mi trabajo. Y nunca más he parado. Me considero un artista local con tentáculos en Europa y en otros lugares.
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–Seguimos padeciendo el cansino anuncio de «la muerte de la pintura»... Sin embargo va más allá, ampliando sus horizontes dentro de la llamada «pintura expandida».
–La verdad es que no me asusta la tan anunciada muerte de la pintura. Nunca ha sido un problema para mí. Tratar de desvelar qué y cómo mira la mirada, entender la construcción de la memoria y su influencia en los proyectos que se suceden, es lo que en términos discursivos me ocupa. Tampoco perdí el tiempo preguntándome si podía o no hacerlo, o si estaba superado por las tecnologías o los saberes filosóficos o si lo que hacía era arte o no. Aún no lo sé... Y lo que viene siempre será impreciso, lleno de dudas y preguntas permanentes. Porque para mí la cuestión de fondo es: ¿dónde está la mirada?
–Y la importancia de lo volumétrico en su obra...
–Mis obras comienzan a salir del plano, de las dos dimensiones, a salir de la pared hacia el espacio envolvente en los inicios de 2000. El fragmento, y «el espacio entre», pasan a ser elementos preponderantes. «Pintura expandida», dijeron algunos. Tal vez... Pero las preguntas seguían allí: cómo mirar, la fascinación por las miradas de los otros, repensar lo ya hecho, la conciencia de una historia y una tradición. Por otro lado, los grandes formatos me permitieron ser el espectador privilegiado y obsesionado por los colores y líneas con los que llenaba el lienzo, los conjuntos de paneles o las paredes.
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–En 'Un antes siempre' alcanza un diálogo con el espacio de la iglesia de Santa Catalina.
–Tenía que «interiorizar» el espacio, así que visité la iglesia de Santa Catalina, donde en el ayer vemos el hoy. Un vaivén entre lo que se hizo y lo que se hará en un equilibrio mirada/memoria. El espacio de Santa Catalina es grande y las paredes, ocres. Hay restos de frescos que marcan la arquitectura interior, recordando que la pintura estuvo allí en otros tiempos, borrada por el descuido, la guerra, por la vida que olvida... En el suelo, ventanas de vidrio desvelan antiguos sepulcros: no olvidamos cuán fugazmente existimos. La mirada se detiene en el polvo que fue vida.
–Me parece muy interesante como articula el ábside, donde despliega un muestrario de pinceladas a modo de «retablo»...
–En un montaje todo cambia con un desvío de 10 centímetros en la colocación de una obra. Elegí diversas obras –recientes y no tan recientes–, y una especialmente concebida para el ábside, 'Catalina', que surge de disponer múltiples paneles haciendo que la mirada casi reviva un retablo, un acercamiento en paralelo al pensamiento interior. En él aparece un poco de todas «mis experiencias» en paneles de aluminio: superficies monocromáticas, otras con apenas algunas manchas de pintura, borrados, paneles intensos y llenos de color...
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–Y también una especie de «túnel»...
–A esa pieza la titulo 'Mundo paralelo', evoca el exterior, lo que no ocurre allí, la guerra en la que pensamos cada día, las dificultades de la vida. La pintura de este gran túnel tiene mucho de escondite camuflado, es como una piel que maquilla nuestros rostros.
–Por último, ¿cómo calificaría esta experiencia expositiva?
–'Un antes siempre' permanecerá en mí y en las calles de Badajoz. Como escribió Dante en la estrofa final de su 'Infierno': «Y así salimos a volver a ver las estrellas».
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