Notable intento
Novela. Con 'Intermezzo', Salley Rooney pretende fijar un hito que le permita empezar a jugar en la mesa de los grandes
Enrique García Fuentes
Sábado, 26 de julio 2025, 10:36
Contenida tras un título de innegables connotaciones musicales ('intermezzo' es una palabra italiana que significa literalmente interludio, pero en música es una composición que se ... intercala entre otras piezas musicales o dramáticas, tales como los actos de una obra de teatro o los movimientos de una obra musical más amplia) y –esenciales en su trama– ajedrecísticas (jugada de ajedrez, más conocida como 'zwischenzug', que se refiere a una táctica en la que un jugador aplaza el movimiento previsible, generalmente montando un ataque y forzando a su oponente a responder, antes de que la jugada esperada continúe). 'Intermezzo' estaba llamado a ser seguramente el definitivo salto (y posterior asentamiento definitivo) de Sally Rooney (Castlebar, Irlanda, 1991) como gran nombre de referencia de la siempre rica literatura irlandesa que ya tenía en Maggie O'Farrell su voz femenina de alcance. No sé, tal vez contribuyese a eso el sustancioso número de páginas con que la novela cuenta, un hecho que parece evidenciar que estamos ante una apuesta seria y decidida, tras dos entregas más breves que habían logrado para nuestra autora una cohorte de fervientes seguidores en la que, sin embargo, siguen sonando ciertas reticencias con las que tal vez este proyecto podría terminar definitivamente.
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Puede que dentro de unos años (estamos ante alguien incuestionablemente joven a la que queda –esperemos– un amplio camino de expectativas que transitará, confío, en evidente escala de progresión) Rooney, que es una más que notable narradora, de atinada prosa siempre atenta al detalle y plenamente inmersa en su contemporaneidad, se haya convertido en todo un referente de su generación y sus textos nos sirvan para conocer mejor el panorama ético y vivencial de las décadas de consolidación de este siglo que vivimos. Honestamente creo que 'Intermezzo' está llamada a ser ese hito que permite a un autor empezar a jugar en la liga de los grandes, aunque tal vez su lastre sea, precisamente, que se le nota demasiado ese interés.
La trama no es demasiado complicada; sus protagonistas son dos hermanos, Peter y Ivan Koubek, de carácter y vidas muy diferentes, que tratan de sobrellevar como pueden –y cada uno a su manera– el indudable impacto que les produce la muerte de su padre.
Muy distintos entre sí y separados por diez años entre ellos, Peter, el hermano mayor, es un abogado exitoso y mantiene al mismo tiempo una relación con dos mujeres diferentes: Sylvia, su novia de toda la vida (de la que se separó tras un traumático accidente que tuvo ella y que nunca se explicita del todo) y Naomi, una chica universitaria desprejuiciada y borde que, curiosamente, tiene la misma edad que el hermano de Peter, Ivan. Éste, un fuera de serie en el ajedrez, es, por el contrario un chico solitario y carente de eso que ahora llamamos habilidades sociales; distanciados y recelosos el uno del otro, los vaivenes que se suscitan en su relación (y sus relaciones con los demás) constituyen en sí el meollo de la novela. El detonante de la acción se produce cuando el desnortado Ivan inicia una relación con Margaret, una deliciosa mujer catorce años mayor que él, traumáticamente separada de un marido borracho y vecina en una pequeña localidad donde todos se conocen, lo que le conduce a ella a un perenne intento de ocultación de un noviazgo que, contra viento y marea, el joven se obstina en ir consolidando.
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Un desdichado comentario del hermano mayor cuando se entera del asunto provoca un tremendo distanciamiento en los hermanos que agrava no solo la relación entre ellos, sino que va repercutiendo también en el elenco de las mujeres que los rodean. La incapacidad de los dos para expresar sus sentimientos –la muerte del padre, en lugar de unirlos, los separa cada vez más aunque también es cierto que se escamotean las habituales reminiscencias de añoranzas y evocaciones– conduce a la novela a una sucesión de malentendidos, silencios, descentradas cavilaciones por parte de casi todos sus personajes que se convierten en el mecanismo por el que el lector ha de llegar a ellos, actuando la voz narradora como mero notario de lo que en el interior de cada uno sucede. No es que la acción se detenga, pero sí cae a veces en un ritmo lento que, en determinadas ocasiones, puede llegar incluso hasta a aburrir.
Tal vez la salva el alcance ético de algunos de los problemas que se ponen de manifiesto: el peso de la tradición como condicionante de la felicidad propia y ajena, principalmente, pero también la incidencia de la culpa, el remordimiento, la vergüenza, el éxito y el fracaso, el paso de los días. (¿no es la vida misma un 'intermezzo' muy breve e incierto entre grandes silencios?) y, por supuesto, el uso de un lenguaje trabajado (perfectamente adecuado a cada personaje), a veces denso, de elaborada sintaxis desarrollada en largos períodos que enriquece, qué duda cabe, el estilo de la narración. Sin embargo en su contra se alía ese desaforado intento por parecer una 'obra mayor', de más alcance, en ocasiones al límite de convertir las cualidades inherentemente positivas de las que hacen gala sus personajes en un mero abanico de narcisistas y prepotentes, depresivos, egoístas, snobs, genios incomprendidos, que andan tomando decisiones equivocadas todo el rato y que solo se ven redimidos por un final relativamente feliz. En fin, seguro que habrá más oportunidades.
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Intermezzo
Barcelona, Random House, 2024
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