La atracción poética de Luis Chamizo

Poesía. Ricardo Hernández Megías y Pedro Monago García reúnen en esta obra el mayor compendio nunca creado del poeta de Guareña

Manuel Pecellín

Sábado, 4 de octubre 2025, 02:00

El llorado Juan Manuel Rozas, gran especialista en Modernismo y Generación del 27, autores de cuya estética tan distanciada parece del escritor extremeño por antonomasia ( ... junto a Gabriel y Galán), se ocupó a menudo de Luis Chamizo. Al catedrático de la Universidad de Extremadura, donde marcó huellas indelebles, escribió sobre El miajón de los castúos en Chamizo 79, revista del IES 'Luis Chamizo' (Don Benito-Villanueva, junio 1979), en cuyos poemas ve similitud con la idea de 'intrahistoria' difundida por Unamuno. Ambos autores coinciden, según el estudioso, en el abordaje de los temas básicos de un rico patrimonio (herencia cultural, creencias religiosas, costumbres, importancia del lenguaje como vehículo trasmisor). Rozas destacaba composiciones chamicianas como 'Compuerta', donde veía una gran fuerza simbólica para trasmitir el concepto de historia visible y moderna, que abre paso a la intrahistoria (la tradición profunda) y conecta lo regional con lo universal merced a las imágenes del tiempo que discurre en los viajes. Lo mismo valdría decir para muchas creaciones de Chamizo.

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En la obra-homenaje que preparamos a Enrique Segura Covarsí (Badajoz, Diputación, 1986), Rozas decidió honrar a su colega recién desaparecido (catedrático de Lengua y Literatura Españolas durante varios decenios del IES Zurbarán, que tan sabiamente supo dirigir). Lo haría con un trabajo donde mostraba la unidad intrínseca de la obra del de Guareña, centrada en un núcleo conformado por la identidad extremeña, los usos y costumbres campesinas de la región, las fatigas de las labores agropecuarias, los añosos arquetipos, los valores éticos, cierto orgullo racial y, muy especialísimamente, esa habla dialectal que se ha conocido como 'el castúo', elevada por Chamizo a lengua literaria.

Obras publicadas del poeta Luis Chamizo

Ricardo Hernández Megías y Pedro Monago Megías

Almería, Azul Editorial, 2025.

Tales virtudes constituyen la innegable atracción que entre nosotros ha llegado a ejercer durante más de un siglo (pese a tantos epígonos desafortunados como vendrían a sumársele). De ahí la importancia de la obra que reseñamos. Es fruto de la laboriosidad sostenida por su autor, bibliófilo infatigable, merced a cuyos esfuerzos y competencia se dispone en un volumen de cuanto produjo la pluma de un escritor tan recatado, como ya casi mítico. Sus tres entregas fundamentales y casi únicas, El miajón de los castúos (1921), con el preámbulo de José Ortega Munilla, y Las Brujas (1930) prologadas en la 3ª edición por Enrique Segura Otaño, más Extremadura (1942), poesía en castellano que José López Prudencio introduce, conforman el núcleo del volumen. Se añaden también otros poemas sueltos, que J. García Nieto incorporase a su edición de la Obra Poética Completa de Chamizo (1967), más otras que y mismo recogí y prologué en Del tiempo viejo (2004), tomándolos de un cuadernillo hecho por los familiares y alcanzado a través de los escritores Andrés Mirón y José Antonio Ramírez Lozano.

Ricardo Hernández Megías (Santa Marta de los Barros, 1948), tan comprometido siempre en las empresas culturales relacionadas con el terruño (UBEx, Hogar Extremeño de Madrid, FECAM, Beturia). Llegó a reunir hasta 30.000 ejemplares, que desde 2018 figuran, en la biblioteca 'Eugenio Frutos', de Guareña, junto con varios centenares de fotografías de principios del siglo XX, obras del artista local Félix Gimeno, donados por el bibliófilo. Ilustran el volumen, apasionadamente enriquecido con estudio introductorio, imágenes de tallas alusivas hechas por el escultor Pedro Monago García (Villanueva de la Serena, 1939), más algunas ilustraciones del pintor Obdulio.

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Además del estudio introductorio, se adjunta un glosario de términos que habría requerido mayor amplitud para los lectores contemporáneos, definitivamente lejos e ignorantes ya de la cultura agroganadera donde se acunaron tales recursos expresivos.

Nadie de mi generación escuchó nunca a sus abuelos, padres, familiares o amigos hablar como lo hacen aquí sus coetáneos : el tío Perico, el joven padre de La Nacencia, la mujer de Celipe, los novios de la Torbisca, el hijo del tozudo tinajero, el mozo arrobado entre procesiones litúrgicas, tan castúos, o Andrea, Mariquilla, la señá Genoveva, Puño e Jierro, el rudo Frasco o la Veora, habitantes de los chozos pastoriles que las brujas infeccionan. No obstante, Chamizo no inventa sus recursos expresivos. Sus materiales fonéticos, léxicos y sintácticos los toma de las mismas fuentes que fecundaron el habla de Mérida y sus cercanías, estudiadas (1943) por Zamora Vicente en tesis doctoral bajo dirección de Dámaso Alonso y que publicase la Revista de Filología Española (anejo 29) meses después. El gran acierto del escritor fue construir, por concentración, un código expresivo con elementos que por separado eran conocidos en las poblaciones surextremeñas. Como, sin duda, fue un poeta excelente y había sabido recoger los sentimientos de las clases populares, elevándoles la autoestima mediante apelaciones a un pasado heroico y un presente pobre pero honroso, generación tras generación de extremeños nos sentimos cómplices del poeta de Guareña y simpatizamos con sus personajes.

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