Talavante, por la Puerta del Príncipe

Regalado por la fortuna en el sorteo, firma dos faenas de desigual trama pero generosamente recompensadas por público y palco. Tres orejas. Una faena de gran emoción de Luque pone a la gente de pie. Dos toros soberbios de Victoriano del Río.

Barquerito

Viernes, 27 de septiembre 2024, 23:05

Los dos primeros toros de la corrida de Victoriano del Río fueron de excelente nota. Pertenecientes a reatas contrastadas, premiadas y célebres, Dakar el uno, ... Dalia el otro. De hondo cuajo el primero, que sangró mucho sin apenas emplearse en el caballo y rompió en la muleta con codicia temperamental. Precioso remate el remate del segundo -la lámina, sus proporciones- que tomó dos puyazos casi seguidos -el segundo, de compromiso- y embistió, de principio a fin de una profusa y a ratos aparatosa faena de Talavante, con un ritmo, una entrega y una fijeza fuera de lo común.

Publicidad

Arrollado Talavante en la reunión con la espada, caído en la cara tras enterrar una estocada desprendida, el toro no hizo por él en una supina exhibición de nobleza. Talavante se retorció dolido pero no tardó en alzarse para ser testigo privilegiado de una muerte sencillamente fantástica por su ciega resistencia. Hasta en la hora de doblar tuvo entrega el toro. La muerte tan de bravo levantó una formidable ovación corrida que estalló en el momento de rodar sin puntilla el toro. Con tablas de veterano, Talavante corrió hasta los medios para reclamar sus méritos, compartidos entonces con el toro. Uno tras otro asomaron dos pañuelos blancos -las dos orejas- y el azul que distinguía con la vuelta en el arrastre a este toro prodigio.

Es probable que el premio de las dos orejas fuera excesivo, pero un exceso había sido la oreja del primero de la tarde ganada por un Castella más firme y vertical que inspirado. Tanto la faena de Talavante como la de Castella tuvieron espectaculares aperturas, sendas tandas complejas cosidas en ovillo y aguantando las repeticiones a chorro de uno y otro toro. Las dos contaron con la bendición y el beneplácito de la banda de Tristán. La de Castella fue a derechas -parvo empleo con la izquierda- y la de Talavante, surtida por las dos manos, de ajuste desigual, rematada con algún cambio por delante, o la arrucina cosida con el de pecho y un final, que no vino muy a cuento, de muletazos genuflexos para la galería y, de paso, como muestra de alarde.

No es que estuviera embistiendo la corrida de Victoriano del Rio. Es que se estaba saliendo del marco y, además, con dos toros de tan distinta música. Todo cambió de repente. Altón y ensillado, el tercero fue muy de otra manera. Agresivo, violento también. Un segundo puyazo trasero agravó su manera de derrotar ya anunciada en el notable recibo de capa de Daniel Luque. Los trallazos del toro en cada salida de suerte cargaron de emoción una faena severa, segura, de alto riesgo, sobresaliente cuando Luque resolvió atacar por el palo del valor, De una suerte tan de ventaja como el circular inverso sacó Luque provecho para abrir y cuajar dos tandas de media docena o más de muletazos por alto ligados en la distancia cero. La segunda de ellas puso a la gente de pie. Y, luego, una especie de rizo rizado final antes de atacar a ley con la espada. Tardó en doblar el toro herido de muerte y sonó un aviso en el momento en que lo hizo.

Publicidad

Dos de los toros restante de la corrida fueron de pobre nota. Un esbelto, hermoso, tardo y desganadísimo cuarto, y un sexto encogido y acobardado que estuvo a punto de afligirse. Castella se puso pesadísimo con el cuarto. Luque abrevió como exigía el guión. El quinto, el más armado de los seis, fue harina de otro costal. Con las dos gentiles orejas del primer turno de Talavante, el toro tenía la llave de la Puerta del Príncipe, y la inmensa mayoría de la gente estaba por la labor. Talavante, también. Una faena encarecida por lo ofensivo del toro, claro y noble, pero algo atrabiliaria, de dientes de sierra, a veces descarado Talavante, a veces escondido en la pala, a suerte cargada o no. No sin golpes de sorpresa -un afarolado, un desplante frontal sin armas, muletazos mirando al tendido, paseos pavoneándose-, la faena tuvo su mejor momento en una tanda de naturales tirando del toro y abriéndolo, y su lastre en la falta de conjunción por perder pasos. Una estocada sin puntilla desató el delirio de un ambiente desbocado. Y Puerta del Príncipe.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes sólo 1€

Publicidad