¿Qué ha pasado este viernes, 5 de diciembre, en Extremadura?
Joselito Adame torero REUTERS

Una de Escolar más difícil que fiera

Con los solo dos toros relevantes, uno por encastado y otro por su buen fondo, Joselito Adame y Javier Cortés firman los mejores episodios de un espectáculo sin brillo.

BARQUERITO

Martes, 12 de julio 2022

El escaparate de la corrida de Escolar fue de museo. Abiertos de cuna sin excepción, cornipasos o veletos, y hasta las dos cosas a la ... vez, fibrosos y musculados, altos de agujas la mayoría, cinco cárdenos y solo un tercero negro entrepelado. Todos menos el quinto, de riguroso y vivo galope de salida. Y todos, quinto incluido, toros con mucha plaza. Primero y sexto, muy en particular.

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El uno, por engallado antes y después de varas, por su listeza y su modo de mirar y medir, la antena puesta hasta la misma hora de la igualada. El otro, por su descomunal cornamenta. Casi un metro de cuerda de pitón a pitón. Fueron los únicos de verdadero interés de una corrida menos correosa y poderosa de lo previsto y, con la salvedad del que partió plaza y del que cerró fiesta, venida abajo después de pasar sin exceso de castigo la aduana del caballo de pica.

Difícil pero no fiera, más deslucida que dura o artera en general, la corrida se hizo temer más por fuera que por dentro, y con eso tampoco se contaba. La manera de esperar y cortar en banderillas, los seis, sí se tradujo en momentos de visible peligro. Ni siquiera banderilleros tan afamados como Iván García o Ángel Otero tuvieron ocasión de lucirse. Del otro peligro que los toreros llaman sordo, no porque no se escuche sino porque no se ve, hubo menos noticia.

Ficha técnica

  • Pamplona. 5ª de San Fermín. Estival. 19.000 almas. Lleno. Dos horas de función.

  • Seis toros de José Escolar.

  • Joselito Adame, silencio en los dos. Rubén Pinar, ovación y silencio. Javier Cortés, silencio en los dos.

En ese punto, el toro primero, con el que Joselito Adame debutaba en Pamplona al cabo de quince años de alternativa, acabó siendo con diferencia el más inquietante de los seis. Se volvió de salida para presto reasomar y tomar la plaza con su imponente presencia y su díscolo galope de bravo. Adame trató de fijarlo con cuatro lances y un recorte en la raya de fuera, pero el toro se huyó a la querencia habitual en Pamplona del portón de corrales. Ahí le pegó Óscar Bernal un excelente y medido puyazo. De un segundo en el terreno natural se salió suelto y crudo.

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Joselito comprobó lo entero que estaba el toro cuando, abierta la faena en la segunda raya tras dos muletazos por delante, se lo encontró arreando muy en serio. Después de arrear, se puso andarín y, aunque tomó engaño a reclamo, lo hizo sin descolgar. Al salir del muletazo, se encampanaba y estaba más pendiente de Adame que del engaño. El trago fue tremendo. Compuesto y entero, Joselito cobró hasta cuatro tandas de muletazos de uno en uno. No repitió el toro ni dos embestidas y terminó frenándose. La estocada de Adame, perpendicular, fue de una habilidad supina. Con ella dentro se fue el toro a su primera querencia y a defender terreno. No fue sencillo descabellar. Casi al hilo del pitón, Adame acertó al segundo intento. Solo en ese toro primero, y sin volver Adame la cara, se pasó el miedo que se anunciaba en el guion de la corrida.

Con los cuatro toros que saltaron después la tensión cayó de repente y tardó en remontar. El segundo pareció querer por la mano izquierda, pero se revolvió más de una vez y acabó topando. Rubén Pinar planteó una larga faena convencional y por eso impropia. Lo tumbó sin puntilla. El tercero, frentudo, de pinta y hechuras distintas a todos los demás, sangró en serio en el caballo -un primer puyazo de mucho castigo- y se vino abajo enseguida, se apoyó en las manos, sin celo alguno se encogió. Fue el debut de Javier Cortés en San Fermín. Media estocada trasera y se echó el toro.

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Quienes habían visto el apartado contaron que la cabeza de los tres toros de la segunda mitad eran disparatados. No exageraban. El cuarto, muy abierto, pero de excelente porte, saludado por Adame con buenos lances, amenazó con aplomarse a las primeras de cambio y lo hizo sin disimulo al cabo de una docena de viajes y buscando la querencia de corral. Con fina inteligencia, Joselito aplicó la receta clásica obligada: muletazos de pitón a pitón, trasteo de aliño y castigo tan en desuso. A paso de banderillas cobró una estocada tendida. Y dos descabellos. El quinto fue el de peor nota de los seis: por distraído, probón y reservón, y por ser el único que escarbó. Se defendió cobardeando hasta el último aliento. Pinar anduvo sin ahogos con él.

La suerte de la corrida parecía echada cuando saltó el sexto, el descaradísimo, que tomó el capote de Cortés con alegría -lances de excelente son-, se empleó en el caballo y, después de ponerlo casi imposible en banderillas, descolgó en la muleta por la mano izquierda con el compasito de los saltillos buenos, con las fuerzas demasiado justas, poquito aliento, pero, a cambio, fijeza en el engaño, donde parecía que no iba a caber tamaña arboladura, pero cupo. Se templó tranquilo Javier Cortés. Por la mano derecha se rebrincó el toro, como si fuera otro, pero Javier volvió a la mano buena y a hacerlo despacio y con pureza. Ambiente a favor. El mal uso del descabello se llevó un triunfo bien ganado.

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