El torero, malagueño, Jiménez Fortés, en su primer toro. :: efe

Las corridas y las faenas interminables rompen con la brevedad de la fiesta

Los toros de La Reina y El Tajo se estrenan con más pena que gloria en Pamplona

BARQUERITO

Jueves, 9 de julio 2015, 09:16

De las tres corridas de toros que el Joselito ganadero lleva lidiadas en plazas de primera -Bayona y Bilbao antes del estreno en San Fermín-, esta de Pamplona fue la de más serio escaparate pero la más apagada, la menos guerrera. La menos complicada también. La de Bayona fue dinamita pura. Áspera y correosa la de Bilbao. El debut en la Feria del Toro no se resolvió ni por la dinamita ni por la aspereza.

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Hubo un primer toro bondadoso y noble, que se empleó en el caballo y, sin romper propiamente, se dio en la muleta. Y un tercero que, la cara alta, demasiado corto el cuello para descolgar, se movió pronto y más bien que mal. El segundo de la tarde, sangrado en exceso, se vino abajo. El cuarto, dos terroríficas agujas, abierto y casi veleto, se paró antes de lo previsto y debido. El quinto, charcos de sangre después de picado, se apagó como desvanecido. Y el sexto, frentudo y cabezón -cara de toro viejo-, con su fondo bueno pero su listeza en banderillas, fue de ir y venir sin mayor brío. Ni frío ni calor. Los seis toros galoparon en el encierro a la velocidad de la luz. Los corredores dijeron que fueron como balas.

Con el toro de mejor aire, el primero, Diego Urdiales hizo y firmó las cosas más bellas y redondas de toda la tarde. El galope inicial del toro, galope encarecido por la hondura propia del cinqueño, vino a templarse en los mecidos vuelos del capote de Diego. Seis verónicas bien trazadas en el saludo, cosidas con dos delantales espléndidos, media cadenciosa y larga. Se levantaron rachitas de viento, el toro acusó el castigo en dos varas de desgaste.

Faena resuelta y paciente de Diego. Con su acento clásico en la apertura, cambiados por alto a suerte cargada, pasos ganados de tablas a la segunda raya. Asiento, soltura y gracia en tres o cuatro tandas del llamado toreo fundamental. Toreo ligado, rematado, templado. Una tanda con la derecha tuvo bello compás. Los muletazos a pies juntos, también. Un pinchazo hondo y un descabello. De Diego fue también el quite de la tarde: atento y colocado, cortó al quinto cuando perseguía a David Adalid a la salida del tercer par de banderillas. Detalle de buen torero.

Aunque la corrida fue larguísima, tiempos muertos, toros parados, faenas laberínticas pero monocordes, los pasajes de mérito fueron contados. La estocada con que Morenito de Aranda tumbó al tercer intento al quinto de la tarde fue extraordinaria. El descaro desenfadado y dejado de Jiménez Fortes para fijar de salida al tercero, solo que con un capote de dimensiones astronómicas.

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Impertérrito imperfecto el toreo del propio Fortes con ese tercer toro que no humilló ni dejó de intentarlo. Los bonitos intentos de Urdiales para torear de frente al pavoroso quinto, la muleta por delante. El raro cuerpo a cuerpo de Morenito con el quinto. La atómica entrega de Fortes con el que cerró plaza. Muy tarde.

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