El erotismo adolescente de Anna Weyant
El Thyssen presenta la primera exposición individual en un museo de esta artista de 30 años, cuyos cuadros de óleo sobre lienzo rompen la mirada masculina y tratan la dualidad
El universo artístico de la pintora Anna Weyant (Canadá, 1995) se nutre de la intimidad de chicas jóvenes, algunas impúberes; bodegones inusuales; escenas barrocas influidas por Caravaggio y flores casi infantiles. Con cuadros subastados en más de millón y medio de euros en Sotheby's y representada por Gagosian, una de las firmas más poderosas del mundo de los marchantes, su obra llega al Museo Thyssen-Bornemisza en la primera exposición individual que hace fuera del circuito de galerías, con 26 obras de óleo sobre lienzo, trabajadas, talentosas, oníricas algunas, de profunda lectura todas.
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Tituladas con nombres de canciones, como 'Ride or die' o 'Wit of the staircase', juega con el tema del erotismo adolescente en cuadros como 'Slumber' (Duermevela), una «imagen de una chica que experimenta un orgasmo durante el sueño», explica Guillermo Solana, director del Thyssen. «La artista explica que, como podía resultar demasiado vulgar, demasiado explícito, le cruzó las manos sobre el vientre, lo que le da un aspecto funerario. Es un intento de asociar sensaciones en conflicto, con una cortina detrás que recuerda la pesadilla de Hitchcock, crea una sensación de amenaza sobre esta chica que está dormida».
Con un pie en el mundo del arte y otro en el de las 'celebrities' de Hollywood, Weyant entra en la intimidad de las jóvenes, algunas niñas aún, con un «punto de erotismo, a veces muy evidente, pero distinto al de los artistas de mirada masculina, como la de Balzac, haciendo frente a los mecanismos habituales del voyerismo. No representa un objeto atractivo para la mirada masculina, por lo menos en el sentido del lenguaje actual de las imágenes eróticas. Es, más bien, una patada al ojo», mantiene Solana, durante una visita a esta muestra que estará abierta hasta el 12 de octubre, en Madrid. «Su representación del erotismo en las figuras de chicas jóvenes es perturbadora o inquietante. No es complaciente y sí, a veces, un poco chocante, al combinar la inocencia y el descaro de una manera muy astuta».
Con la dualidad en su propia vida, mezclando una «carrera meteórica» con una «solemnidad pictórica», Weyant, que no asistió a la inauguración este lunes, aborda «asuntos aparentemente banales de la vida contemporánea, que podrían parecer de Instagram, al lenguaje de la pintura 'caravaggista' y otras referencias indelebles», asegura Solana, que recalca un aspecto de su obra: el «desdoblamiento enigmático» con figuras de conocidas modelos, podcaster o escritoras de su generación. «Las desdobla en dos imágenes, casi ante el espejo pero con matices o connotaciones distintas. Una, por ejemplo, complacida y deleitándose en mostrar su propio cuerpo y la otra, vigilante. Además, puede hurtar la expresión del rostro, semiocultándolo o poniéndolo boca abajo, lo que dificulta la empatía con el personaje representado».
Naturaleza muerta y pirañas
La exposición 'Anna Weyant' dedica una sección a los singulares bodegones de la artista, de «brillante dramatismo» en el que combina los claroscuros, y que sigue realizando como «compromiso», sostiene Solana, porque «se cotizan menos que los retratos, que le costarían el mismo trabajo». En todo caso, advierte el comisario de la exposición, son «de una factura absolutamente deslumbrante y que encierran tan mala intención como los cuadros de figuras que tienen tanta ambigüedad y misticismo».
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«Sus naturalezas muertas se pueden interpretar como regalos envenenados que encierran una amenaza»
«Por ejemplo, unos objetos relucientes, plateados, resplandecientes, en realidad despliegan la historia de un asesinato», prosigue. «Sus naturalezas muertas se pueden interpretar como regalos envenenados que encierran una amenaza. Son una ofrenda al espectador, pero cambia los pescados atractivos y comestibles de los bodegones del siglo XVII por pirañas».
En estos cuadros hay también un revólver, pétalos mordidos, flores de texturas plásticas «como las que los payasos de antes llevaban en la solapa y producían un chorro de agua». La dualidad, otra vez: «el mundo de verdad y el mundo de ficción o la máscara que viene impuesta por las convenciones sociales». Lo siniestro, lo amenazador. Bienvenidos al mundo de Anna Weyant.
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