Nobleza cacereña según el conde de los Acevedos
El historiador aclara algunos errores habituales sobre la Ciudad Monumental en una publicación donada al Banco de Alimentos
El historiador cacereño José Miguel de Mayoralgo y Lodo, IX conde de los Acevedos, es el autor de la publicación 'La nobleza cacereña y sus ... armerías', que ha editado el Instituto de Estudios Heráldicos y Genealógicos de Extremadura, con 500 ejemplares donados al Banco de Alimentos de Cáceres, que los está vendiendo a tres euros en la Plaza Mayor, en lugares de visitas guiadas y en la Asociación de Guías Turísticos, para conseguir dinero para ayudar a los más necesitados de la provincia.
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En esta publicación José Miguel de Mayoralgo realiza importantes aportaciones para conocer mejor la historia de la ciudad, señalando, por ejemplo, que Cáceres ha sido considerada desde antiguo como uno de los cuatro principales solares de la nobleza de Castilla.
Argumenta en su estudio que hay documentos de los siglos XIII y XIV que permiten considerar a algunas familias como las más antiguas de la nobleza cacereña. Cita, entre estos a los Tello, que se extinguieron pronto, dejando sucesión por línea femenina con el apellido Téllez; los Blázquez, que pasaron al linaje de los apellidos Mayoralgo y Ovando; los Giles que fueron a dar lugar al apellido Figueroa; los Sánchez, de los que algunos descendientes se llamaron Sánchez de Paredes; y los Golfines.
A estas familias les siguieron, a finales del siglo XIV y primera mitad del XV, el asentamiento en Cáceres de los Aldana, los Sande, los Perero, los Porcallo y los Ulloa.
Fue en el siglo XV cuando la nobleza cacereña se dividió en dos bandos y tuvieron que mediar los Reyes Católicos para que hubiera paz dentro de las murallas de Cáceres. En su publicación el conde de los Acevedos afirma que no es del todo correcto decir, como se viene indicando en los libros de historia, que los nobles de abajo (los del barrio de Santa María) estaban enfrentados con los nobles de arriba (los del barrio de San Mateo). «Si repasamos las listas de integrantes de las facciones que se enfrentaron en Cáceres durante las guerras de Enrique IV –afirma Mayoralgo–, se comprueba que el dato de la feligresía no es suficiente. Así, del bando del Maestre don Gómez de Solís formaban parte tanto Gonzalo de Cáceres que, al igual que la familia de aquel, era feligrés de Santa María, como el Capitán Diego de Cáceres Ovando, que lo era de San Mateo. Y en el bando rival, Ulloa el Rico y el Mariscal Torres eran parroquianos asimismo de San Mateo, la iglesia y el bando de arriba, mientras que Vasco Porcallo, Lorenzo de Ulloa (Señor de Malgarrida) y Cristóbal de Mayoralgo (señor de la Torre de Mayoralgo) eran feligreses de Santa María, en el barrio de abajo».
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En la publicación donada al Banco de Alimentos se habla de personajes interesantes de Cáceres, como el Capitán Diego de Cáceres, que pasó de ser un modesto hidalgo a convertirse en uno de los más poderosos y ricos caballeros de la villa; del también poderoso Gómez de Solís tras encandilar al rey Enrique IV en una corrida de toros, concediéndole el maestrazgo de Alcántara; o de los seis hermanos de la familia Nidos que fueron a América, siendo uno de ellos la heroína de Chile doña Mencía de los Nidos.
Mayoralgo aprovecha esta publicación para deshacer algunos errores que, a su entender, se vienen repitiendo al contar la historia de algunos palacios cacereños. «Así –puntualiza–, la llamada Torre jurada de Espadero, junto a la antigua y desparecida Puerta de Coria, no pertenecía a esa familia, sino a los Cáceres, cuyas armas, por cierto, se encuentran en la fachada de la calle Tiendas».
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También dice que en la calle Ancha no levantó la torre del palacio de Torreorgaz el comendador de Alcuéscar, «quien probablemente ni siquiera vivió ahí; como tampoco fue la morada de su nieto Diego García de Ulloa el Rico, fundador del convento de San Francisco. Las verdaderas casas en las que éste moró son las que están en el rincón de San Mateo, a la entrada de dicha calle Ancha, que en las guías artísticas aparecen con el inexpresivo nombre de solar de Ulloa».
Otras equivocaciones que apunta son, por ejemplo, el asegurar que el palacio de La Generala fue en el siglo XIV solar de la familia Mogollón, o que la Casa del Mono era de los Espadero-Pizarro.
La publicación 'La nobleza cacereña y sus armerías' también habla de enterramientos, ya que hasta principios del siglo XIX, cuando se mandó construir cementerios en el extrarradio de las localidades, la gente era enterrada en las iglesias: los nobles dentro y el vulgo fuera. Mayoralgo afirma que hay constancia de que hasta el siglo XVI, «gran parte de la plaza de Santa María era el cementerio de esta parroquia (...). La concatedral de Santa María es la única que conserva hoy claro vestigio de haber sido un verdadero panteón de la nobleza cacereña. En el suelo pueden verse multitud de laudes sepulcrales con las armas de las familias ahí enterradas, que constituye una lección viva de heráldica, que ningún interesado puede dejar de visitar». La nobleza también tenía la costumbre de poner telas negras en las iglesias con la muerte de uno de ellos, llenándose los templos de bayetas negras que se caían a pedazos.
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