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El misterio del cuerpo incorrupto de Don Gil Cordero
Dicen antiguos escritos que en 1618, al hacer unas obras en el Monasterio de Guadalupe, apareció el cuerpo incorrupto del vaquero cacereño Gil Cordero que encontró la imagen de la Virgen alrededor de 1330. Su cuerpo se expuso tres meses y luego se volvió a colocar en donde se encontró, con una placa señalando el lugar.
Antes de que comenzarán las lluvias, acompañamos a Manuel Caridad a terminar el Camino de Guadalupe para que cumpliera su promesa. Además de mi hijo ... Francisco, que hacía de 'sherpa' cargando con comida, bebida y ropa, y encargándose de que no nos perdiéramos, nos acompañaba el fotógrafo Guinea, y se había apuntado uno de los mejores periodistas que ha dado esta tierra: J.J. González, con el que compartí piso y aventuras en Madrid cuando estudiamos Periodismo.
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Después de cenar la famosa morcilla y unos calamares, pasamos la noche en la Hospedería del Monasterio, a 98 euros la habitación doble. A las siete y media de la mañana del día siguiente nos fuimos en un coche a Berzocana, dejando otro en Guadalupe. Como con la habitación entraba el desayuno, los amables trabajadores de la Hospedería nos prepararon unas bolsas con fruta, dulces y bocadillos para la caminata.
Después de tomar café y buenas tostas con jamón en el bar El Rincón de María, en la Plaza Mayor de Berzocana, empezamos a caminar. Teníamos por delante 22 kilómetros con dos subidas considerables, con 1.000 metros de desnivel.
Contento porque ya le faltaba poco para cumplir su promesa, Caridad no paraba de hablar mientras el sol asomaba entre los árboles del camino al puerto de Berzocana.
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–Esta es la sexta y última etapa del Camino de los Descubridores –empezó–. Son 133 kilómetros que comienzan en Cáceres, en la calle Caleros, en la ermita del Vaquero que se levantó en la casa en la que vivía Gil Cordero, el hombre que es el origen de Guadalupe y de su Monasterio, ya que él fue quien encontró la imagen de la Virgen de Guadalupe alrededor de 1330, según se dice por indicación de la propia Virgen que se le apareció al hacer una cruz con el cuchillo para desollar una vaca.
–Ya –dijo Guinea–. Según la leyenda, la Virgen le mandó a que trajera a los clérigos de Cáceres, y para que le creyeran hizo que al llegar a Cáceres resucitara a su hijo muerto.
–Talmente. El hijo resucitó y todos se vinieron a desenterrar la imagen, haciendo el mismo camino que hacemos nosotros. Esa fue la primera peregrinación. Gil Cordero, su mujer Mencía Ramos, y sus hijos se quedaron venerando la imagen en una choza y atendiendo a los peregrinos. El rey Alfonso XI, que solía venir por aquí a cazar osos, vio la imagen y le pidió ayuda para derrotar a los bereberes. En rey venció en la importante batalla del Salado, en 1340, y comenzó a edificar el monasterio de Guadalupe...
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J.J. me miró y me dijo por lo bajo: «Oye. Éste nos va a dar el camino». «No te preocupes. Cuando comience a estar cansado no abre la boca», le indiqué, mientras veía asombrado como se nos unía un rebaño de ovejas sin pastor, que nos acompañaron un buen trecho mientras Caridad seguía hablando: «Alfonso XI dio tierras a los primeros pobladores de Guadalupe, y a su amigo Gil Cordero le concedió el título de 'don', pasando a llamarse Don Gil de Santa María de Guadalupe». Las ovejas, quizás cansadas de la perorata del compañero, se quedaron en un redil natural, mientras nosotros seguimos hasta el Geositio de la Sierra de La Madrila. Allí decidimos parar a dar cuenta de lo que nos habían preparado en la Hospedería, disfrutando de unas vistas inmejorables.
–Hay una cosa curiosa del cacereño Gil Cordero –añadió Caridad pelando una naranja.
–¿Cuál? –preguntó Guinea antes de empezar a comer con ganas unas perrunillas.
–Se murió y le enterraron cerca de la imagen de la Virgen. No se supo nada de su enterramiento hasta que con motivo de unas obras apareció en el siglo XVII. Esperad que lo traigo aquí apuntado por si salía el tema –sacó una cuartilla ante nuestro asombro y empezó a leer–: «Con motivo de colocar el retablo mayor y los mausoleos reales de Enrique IV y su madre María de Aragón, se encontró el 13 de febrero de 1618, un hueco en el que reposaba el cuerpo incorrupto de Gil Cordero, con su mortaja, con flores y hierbas olorosas. Después de tal hallazgo, la comunidad jerónima puso su cuerpo en una caja de ébano, y se expuso al lado de la Virgen de Guadalupe tres meses, hasta que el 23 de mayo se volvió a colocar en el mismo sitio. Se tapó y se puso en la pared una placa que dice, 'aquí yace don Gil de Santa María de Guadalupe, a quien se apareció esta santísima imagen. Fue natural de la villa de Cáceres'». Cuando lleguemos a Guadalupe podemos pedir al prior que nos enseñe la placa.
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Después de esa parada, la caminata se complicó. El paisaje era muy bonito: las montañas de roca viva, los bosques verdes, el Embalse del Cancho del Fresno, pero los senderos cada vez eran peores. Un camino estaba cortado por pinos talados que hubo que sortear, y nos mosqueó encontrarnos una señal que indicaba el camino y nos mandó por un peligroso destrozapiernas. «Esto sí que es digno de asombroso –reflexionó J.J. en voz alta–. No señalizan el Camino, y para una señal que ponen nos manda por un sitio por el que no van ni las cabras. Es como lo que le hacía Correcaminos al Coyote en las películas de dibujos animados». Cuando descendimos por una de esas sendas malditas, vimos al lado una preciosa ladera con una casa nueva. «Me parece que al dueño de esa hermosa casa no le gustan los peregrinos y los desvía –dijo Guinea–. Es para denunciarle a él y al Ayuntamiento al que pertenece ese camino, que es público, por permitirlo. Habría que meter a alguno en la cárcel».
Guinea llegó muy cansado y muy callado a Guadalupe. Tenía los ojos vidriosos cuando contempló la imponente fachada del Monasterio. Antes de entrar besó una figura de la Virgen en el relieve de cobre de la puerta principal. Después de dejarle rezar nos llevó a ver al prior, a Fray Guillermo Cerrato. Nos enseñó la placa, que está en la antesala de la Sacristía, cerca de los cuadros de Zurbarán. Guinea comenzó a hacer fotos y Fray Guillerno nos dijo: «Estáis mal informados si pensáis que Gil Cordero está enterrado aquí. Está enterrado en el suelo de la Basílica». Hay quien le creyó, y quien no.
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