Fernando, el 'sintecho' que se resiste a abandonar la calle
El hombre, que vive en la vía pública con su pareja, comunicará el martes al Ayuntamiento si accede a solicitar una vivienda social de bajo alquiler
j. cepeda
Viernes, 1 de marzo 2019, 07:55
Dentro del desorden lógico que a lo lejos se vislumbra en un espacio habitado por quien conserva sus pocos enseres en la vía pública, reina una cierta armonía, toda vez uno pisa el terreno y se enfrenta a la realidad de su día a día. Se trata de una extraña sensación de fe en el caos. Las latas de fabada, lentejas y cocido están perfectamente colocadas junto a un pequeño hornillo ya castigado por el uso diario. No faltan recipientes con fruta fresca, garrafas de agua y productos de higiene personal. Las palmas de sus manos, sin embargo, están ennegrecidas y sus ropajes desgastados y sucios. En varios flancos que delimitan visualmente este espacio vital abierto también existen motivos florísticos de plástico, a través de los cuales quizás el protagonista de esta historia intenta normalizar unas condiciones de vida que para la mayoría de las personas serían algo así como infrahumanas.
Publicidad
A sus casi 82 años, y enfermo de próstata, Fernando es una persona más que conocida en la barriada del Perú, donde lleva 26 meses apostado y desafiando 'a porta gayola' las inclemencias meteorológicas: «Yo soy un yunque que lo aguanta todo. Otros prefieren ser martillos. Nunca he querido la caridad de nadie. Solo quiero que me dejen vivir con lo que me pueda permitir», dice refiriéndose a su pensión de 600 euros mensuales. De hecho, durante todo este tiempo, cuenta a HOY, dice haber rechazado con educación cualquier ayuda de aquellas tiendas de alimentación de proximidad y bares del barrio que le han ofrecido a diario algo que llevarse a la boca: «Toda la gente ha intentado ayudarme desde el primer día que llegué y les estoy muy agradecido, pero yo no quiero nada que no pueda pagar. Con la vivienda me ocurre algo similar. No quiero estar en una casa y luego no poder abonar las facturas. Prefiero vivir sin tener que deber nada a nadie, pero a la vez tener más libertad», sentencia con suma fluidez en su alocución y semblante firme.
Convivencia
Fernando lleva algo más de dos años, concretamente 26 meses, instalado en un reducido espacio a la intemperie, bajo el amparo de un gran panel publicitario, pegado al colegio Francisco Pizarro, junto a la avenida del Ferrocarril, prácticamente a la altura de la mediana superficie AKI. Allí convive con Marta, de 53 años, quien padece una discapacidad psíquica del 52 por ciento. El cartelón comercial, siempre destinado al mejor postor de los anunciantes y que apenas hace de parapeto para que la pareja pueda refugiarse, paradójicamente promociona durante estas últimas semanas las ofertas de una compañía de comida a domicilio a través de Internet. Toda una contradicción que alimenta el dilema vital de este ciudadano con origen madrileño y que ejerció de ebanista tiempo atrás. Una caseta de luz en desuso, donde por poco cabe un colchón de medianas dimensiones, es la única construcción física que la pareja utiliza cuando el temporal aprieta.
La historia de ambos, ya relatada por HOY en febrero del año pasado, no le ha sido ajena al Ayuntamiento de Cáceres, que a través del Instituto Municipal de Asuntos Sociales (Imas) pretendió poner una solución a la situación que viven estos dos 'sintecho'. De hecho, el Consistorio incluso llegó a poner en conocimiento de la Fiscalía esta realidad por si el Ministerio Público decidía iniciar trámites para incapacitarlos. Finalmente no fue así. La respuesta enviada al Ayuntamiento por la Fiscalía fue que estas dos personas «están capacitadas», evitándose así un procedimiento que tampoco han iniciado las familias. Para contextualizar, solo si se acreditase una incapacidad de ambos, la Administración pública podría actuar de oficio para buscarles acomodo en algún centro habilitado al efecto para casos similares.
«Soy como un yunque que lo aguanta todo. No quiero nada que no pueda pagar con lo que tengo»
«Toda la gente ha intentado ayudarme desde el primer día que llegué y les estoy muy agradecido»
Además de las desdichadas historias humanas de quienes la ocupan, la imagen que esta particular chabola ofrece a la ciudadanía en una variante por la que diariamente circulan miles de vehículos no es la más adecuada. De ahí que el Consistorio esté poniendo todo de su parte para instar a Fernando y a Marta a que abandonen la calle y busquen una morada acorde al orden social.
Publicidad
Ahora Fernando dice tener una nueva propuesta encima de la mesa por parte del Ayuntamiento de Cáceres, quien le ha ofrecido costearle unos días de alojamiento en un establecimiento de la ciudad mientras buscan y encuentran al alimón un vivienda social de bajo alquiler que pueda asumir. «Si lo acepto, será por ella –Marta–, ya que es una persona que no puede estar en la calle. Es lo único que me duele porque está muy mal. Pero yo no puedo pagar un alquiler que supere los 200 euros porque de lo contrario no tendría cómo vivir, teniendo en cuenta que Marta no percibe ayuda de ningún tipo y su familia se ha lavado las manos con este asunto. Ella es una persona muy inestable, por lo que tampoco quiero mudarme a un edificio en el que diariamente pueda montar escándalos y molestar a los vecinos. Por eso le he pedido al Ayuntamiento que me dé un tiempo para pensar la respuesta, que todavía no la tengo decidida», se sincera Fernando. Por su parte, el Ayuntamiento de Cáceres no se pronuncia oficialmente al respecto de una problemática social cuyo desenlace podría tener lugar el martes, en el caso de que Fernando mostrase finalmente su predisposición a acceder a buscar una vivienda social cuyo alquiler se ajuste a su presupuesto y esté dispuesto a asumir.
Hasta entonces, tanto Fernando como Marta continuarán instalados en este reducido espacio de la avenida del Ferrocarril con la única compañía postiza y pasajera de los vehículos que nutren la variante.
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión