Las curiosas fotos estereoscópicas de Cáceres del Conde de Polentinos
El conde de Polentinos (1873-1947) realizó más de 10.000 placas de vidrio estereoscópicas que buscaban el efecto 3D, varias de ellas son de Cáceres a principios del siglo XX
Unos estaban terminando sus informaciones del día, otros buscábamos temas en internet para futuros reportajes, cuando Manuel Caridad dio por terminada su jornada laboral. Se ... levantó, se puso el abrigo y nos dijo: «Ahí os quedáis, esclavos», y se marchó de la Redacción. Nada más cerrar la puerta se me acercó el fotógrafo Guinea: «Rápido –me dijo al oído–, vamos a seguirle, que me han dicho una cosa que hay que comprobar». Salimos a toda prisa. Fuimos detrás de él por la oscuridad de las calles hasta que vimos que se paraba, buscaba en un bolsillo del abrigo y, de pronto, apareció un haz de luz.
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–¡La Virgen! –dije yo–. ¡Pero si tiene una linterna...!
–Pero... ¿Qué pasa? –se volvió el compañero, deslumbrándonos al enfocarnos.
–Me lo habían dicho y no me lo creía –dijo sonriendo el fotógrafo– ¿Pero qué haces con una linterna en una ciudad?
–Vosotros reíros; pero Cáceres se ha vuelto una ciudad muy oscura. Llevamos dos atropellos por la noche en la última semana. Las farolas no alumbran un pimiento. La luz se la tapan los árboles, tenían que bajar los focos de las farolas.
–Pero si además están las luces de Navidad... –señalé.
–Esas luces no alumbran nada porque son led. Unas pocas bombillas de las de antes, envueltas en celofán de colores, alumbran más.
–Bueno, bueno. Anda, apaga eso. Vamos a la Plaza Mayor por las calles más iluminadas, tomamos unas morcillas de Arroyo en el mesón en el que trabaja Juan, y os enseñó algo que os va a gustar –afirmó Guinea cogiendo del brazo a Caridad que apagó la linterna.
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Después de dar buena cuenta de las sabrosas morcillas, unos ayudados con cerveza y el abstemio Caridad con agua, Guinea empezó a hablar.
–He dado con unas fotografías que son una joya y todo gracias al Juntaletras.
–¿Por mí? –dije extrañado.
–Sí. Hace dos semanas escribiste de la cacicada que cometió Joaquín Muñoz Chaves al tirar el arco romano de Coria, y publicabas una foto de alrededor de 1900 de la plazuela en la que estaba el arco. La imagen, muy bonita, la firmaba un tal conde de Polentinos. ¿Sabéis quién era?
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–Era un conocido fotógrafo que fue cronista de Madrid. –Metió baza Caridad.
–Es verdad –asintió Guinea tras dar un trago a su cerveza–. Se llamaba Aurelio de Colmenares y Orzar, VII conde de Polentinos, que hizo numerosas fotografías antes de morir en 1947 en su Madrid. Busqué información suya y resulta que al fallecer, a los 74 años, dejó un archivo con, nada más y nada menos, que ¡10.000 placas de vidrio estereoscópicas...!
–¿Estereoqué? –pregunté.
–Estereoscópicas. Son fotografías que buscan conseguir una visión en tres dimensiones. Para eso imitan la vista humana. –Empezó a explicar Guinea–. Nosotros vemos en relieve porque nuestros ojos nos dan dos imágenes que se mezclan en el cerebro. Los fotógrafos quisieron llegar a las tres dimensiones con cámaras estereoscópicas que tenían dos objetivos. Se lograba así dos imágenes que se ponían en un aparato. Se veían las dos fotos a la vez y se lograba el efecto 3D.
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–¿Y eso ya lo hacía este conde hace más de un siglo? –intervino Caridad.
–Sí. Las primeras imágenes tridimensionales son de 1850, dos décadas después de que Niepce hiciera la primera fotografía permanente. Las imágenes estereoscópicas hicieron furor durante un tiempo, y el Conde de Polentinos hizo miles, que su nieto Ignacio de Colmenares Gómez-Acebo donó al Ministerio de Cultura en 2008. Y hay varias de Cáceres...
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Llegado a este punto el fotógrafo sacó de su mochila el portátil. Lo puso encima de la mesa después de apartar platos y vasos, y nos fue enseñando imágenes dobles de un Cáceres en parte desconocido. Vimos las escaleras del Arco de la Estrella con una fuente y dos guardias, junto a una droguería y una farmacia; edificios que luego se habían tirado en la Plaza Mayor con muy buen criterio; la Plaza del Duque con un militar; el trajinar de aguadoras y lecheras por la Ciudad Monumental; niños frente al Palacio de los Golfines de Abajo y de la Concatedral; el Arco del Cristo encalado; un burro cargado con cántaros ante el Palacio de Godoy...
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Cuando estábamos ensimismados viendo las fotos apareció Sanjosé, que casi todas las noches suele visitar a su nieto Juan en el mesón.
–Hombre. Si está aquí El Linterna de Almendralejo...
–¿Quién era ese? –preguntó Guinea.
–Un personaje de Almendralejo que se hizo famoso, a nivel nacional, en el verano de 1987. Como hacía calor, los vecinos dormían con las ventanas abiertas y este individuo se colaba en las casas. Iba a la habitación en la que estaba el matrimonio dormido, y empezaba a toquetear en sus partes al hombre, que se solía dejar hacer al pensar que era su mujer. Algunas veces notaba que su esposa estaba dormida y al intentar saber quién le tocaba era deslumbrado con una linterna, y el depravado escapaba por la ventana corriendo. Estuvo actuando bastante tiempo sin ser descubierto; ...pero igual ya hemos dado con él.
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A Caridad no le hizo gracia la broma del difunto. Se levantó y se fue después de decir todo serio: «¡Iros a la mierda!». Le seguimos con la mirada y nos empezamos a reír todos cuando al subir por la calle Gran Vía vimos que encendía su linterna.
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