Los vecinos de la plaza Santa María de Badajoz piden vigilancia para acabar con el vandalismo
Esta semana fue el último acto vandálico, robaron y destrozaron las flores recién puestas aunque la subinspección de la Policía Local de Badajoz está al lado
El viernes pasado el concejal de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Badajoz, Jesús Coslado, presumió en las redes sociales de que estaban ultimando detalles ... para la Noche en Blanco y lo ilustró con una fotografía de dos operarias municipales plantando flores blancas y rojas en la plaza de Santa María, delante del Museo Luis de Morales. Efectivamente estas plantas lucieron bien el sábado, pero no llegaron al lunes. El domingo los gamberros robaron algunas y destrozaron el resto.
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Es el último acto vandálico que sufre Santa María, en pleno centro del Casco Antiguo, pero no es una sorpresa para los vecinos. Los residentes de la zona denuncian que hay fiestas a diario hasta las tres de la mañana, destrozo de mobiliario, ataques a los vecinos y suciedad porque dejan las basuras en el suelo e incluso orinan en la calle. Todo al lado de la subinspección de la Policía Local.
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«A diario hay unas 15 o 20 personas. Hay música, gritos, peleas, rotura de mobiliario y hacen sus necesidades en la plaza», se lamenta uno de los vecinos. Una de las costumbres más repetidas de los vándalos es romper el espejo de tráfico que hay en la salida del parking de Santa María. «Prácticamente lo reponen y lo rompen cada semana». No es el único espejo de la zona reventado a pedradas, es una práctica habitual en el Casco Antiguo donde son muy necesarios al tratarse de calles estrechas.
HOY ha hablado con tres vecinos de Santa María que conviven a diario con los problemas de incivismo en la plaza. No dan sus nombres por miedo a represalias de los responsables de los actos vandálicos.
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La peor molestia para los vecinos es el ruido. Soportan música en los móviles, gritos y canciones hasta la madrugada muchos días. Se trata, según explica una vecina de la cercana calle Montesinos, de grupos de jóvenes que se reúnen a diario en el mismo lugar, a veces también con familiares más mayores. Por la mañana se ven los restos de la fiesta. «Huele a orina y si han cenado hamburguesas, por ejemplo, te encuentras todo tirado allí».
«Lo que necesitamos es que venga la policía y multe», pide otro vecino, que asegura que ha llamado en numerosas ocasiones a la centralita de la Policía Local y no ha logrado que corten las fiestas ni denuncien los actos vandálicos. Añade que ha sentido, incluso, que se burlaban por llamar. «Ni el Ayuntamiento hace nada, ni la Delegación del Gobierno a través de la Policía Nacional, ya no digo la Junta que no quiere saber nada del Casco Antiguo».
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Se da la circunstancia de que la plaza que sufre incivismo y actos vandálicos a diario está a 40 metros de una comisaría de la Policía Local. Se trata del edificio de la calle Montesinos que antes era la sede central y ahora es un puesto con actividad permanente de la policía, según el Ayuntamiento. Además es la sede de la Giapol, el grupo de intervención de la Policía Local creado en 2020 y dedicado a patrullar por las noches.
A pesar de la cercanía esta fuerza de seguridad, la plaza de Santa María es una de las más conflictivas del casco Antiguo. Este espacio, además, no está vigilado por cámaras de seguridad, se quedó fuera de la red de vigilancia que se instaló el pasado mes de febrero.
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Esperanzas perdidas
Una de las esperanzas de los residentes para acabar con las reuniones nocturnas en Santa María es que se construya la esperada sede de la Fundación CB. Este centro, que además acogería muchas actividades, tendría vida y podría atraer movimiento. Sin embargo, no hay fecha para que se haga realidad este proyecto, de hecho la Fundación CB va a trasladarse, por el momento, a otro edificio en el Casco Antiguo.
Es una esperanza perdida para los vecinos, pero no la única. Durante un tiempo hubo un local de hostelería abierto en la plaza, pero cerró. Los residentes están convencidos de que la causa fue la conflictividad que hay en este área del casco histórico. «A veces los clientes se estaban tomando algo en la terraza tranquilamente y al lado había gente jugando al fútbol y dando balonazos a las mesas. No se podía estar así», se lamenta uno de los testigos de estos conflictos.
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