Agricultores e investigadores durante la cata de tomate este martes en Ctaex. PAKOPÍ

En busca del tomate del huerto del abuelo

Harnesstom ·

Un proyecto europeo donde participa Ctaex estudia producir una variedad que sepa como las de antes y sea tolerante a la sequía y a las plagas

Martes, 13 de agosto 2024, 20:46

Un aroma que les recordara a la hierba del campo es lo que buscaban con la nariz los agricultores e investigadores del tomate que este ... martes se reunieron en el Centro Tecnológico Nacional Agroalimentario de Extremadura (Ctaex). Este instituto es uno de los que participa en un estudio internacional que pretende, a través de la genética, mejorar la calidad y el sabor del tomate.

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«Este me recuerda al de la huerta de mi padre», decía uno de los catadores cuando se llevó a la boca la primera de las trece variedades que Ctaex, ubicado en Villafranco del Guadiana, tiene en estudio a través del proyecto Harnesstom.

«Se trata de una iniciativa con la que pretendemos abordar los principales retos a los que se enfrenta el tomate, y que pretende introducir variedades resistentes frente a plagas y enfermedades. Además de mejorar su resistencia al cambio climático», explica el profesor del CSIC y uno de los investigadores del proyecto, Antonio Granell.

De este modo, este estudio busca dar respuesta al reto que tienen por delante los agricultores, que es producir más con menos recursos y utilizando menos fitosanitarios y fertilizantes.

«Esto lo conseguiremos gracias al cruce genético entre las propiedades de variedades de diferentes países, con lo que buscamos mejorar no solo la producción, también la calidad», subraya la responsable de proyectos de Ctaex, Lorena Zajara.

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Sofía Redondo fue una de las agricultoras que participó en la cata, donde pudo comprobar cómo los tomates industriales cruzados genéticamente simulan el sabor del que ella cultiva en su huerto. «Han sido diferentes a los que estoy acostumbrada. Algunos han sido amargos y otros más dulces, pero sí había alguna variedad que recuerda a la tradicional. Aunque para mí ha sido extraño porque no estoy acostumbrada a consumir tomate industrial», explicó Redondo en el campo, que fue el lugar donde terminó la jornada.

Tras la cata, los agricultores visitaron el cultivo, pues es en el campo donde se desarrolla todo el trabajo que sale del laboratorio. «Aquí tenemos sembradas estas variedades mejoradas genéticamente, con las que estudiamos mejorar la productividad del cultivo frente al cambio climático y enfermedades como el virus del rizado del tomate», cuentan.

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Para sacar adelante los tomates modificados genéticamente en el campo de ensayo de Ctaex, crecen 86 variedades diferentes de tomate, que reciben un 50% menos de agua para probar así su resistencia al cambio climático. «Cada vez llueve menos y hay menos agua disponible y esto afecta a la calidad del producto, por eso nos interesa obtener materiales tolerantes a la sequía o al riego limitado, pero que no le haga perder intensidad en el sabor y la textura», comenta Granell.

Tomate de Centroamérica

Una de las propiedades que quieren introducirle a estas variedades es la resistencia a las altas temperaturas. «Hemos identificado los compuestos que hacen que el tomate sepa a tomate. La cantidad de azúcar es importante, por eso cruzamos variedades que tienen este compuesto con otros aromáticos y lo mejoramos», explica Granell, que subraya que para que esto sea compatible con las altas temperaturas de la región han cruzado el tradicional con una variedad que soporta los 40 grados pero que no es comestible por su acidez. Se trata de un tomate silvestre que crece en Centroamérica, y que han modificado en el laboratorio para mejorar su aspecto y sabor.

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Este martes fue la primera cata de estos estudios, unos resultados que hasta ahora están siendo satisfactorios para los investigadores que pretenden que estas variedades, en las que también se ha modificado el color del tomate a amarillo y naranja, se terminen comercializando es la región.

«Ver este color puede dar lugar a confusión y podemos creer que no están maduros, pero tienen muy buen sabor, que es uno de los objetivos del proyecto Harnesstom y que se mejoran gracias a la siembra ecológica», cuenta Lorena Zajara.

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El siguiente será el de multiplicar la producción media, que en veinte años ya ha pasado de 65 toneladas por hectárea a 92. De ahí la importancia del proyecto, no solo para el fruto, también para los agricultores extremeños.

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