El desperdicio alimentario es un problema complejo que tiene un impacto significativo en la economía. No solo implica la pérdida de recursos valiosos y el ... aumento de los costos de producción, sino que además socava la rentabilidad de las empresas y afecta a la seguridad alimentaria y al medio ambiente. También está sujeto a circunstancias coyunturales, como el elevado crecimiento de la inflación, que tiene innumerables impactos negativos, pero también algunas consecuencias colaterales positivas, como es en este caso la disminución del volumen de alimentos que se tiran a la basura en los hogares. Un problema difícil de atajar, tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo.
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La realidad es que la cadena alimentaria es muy larga y en todos los escalones se contribuye en mayor o menor medida a la pérdida de alimentos, desde el productor, al consumidor. Pero es en este último donde las cifras se disparan. En España, el desperdicio en los hogares se redujo un 6,2 % en 2022, una caída favorecida fundamentalmente por el encarecimiento acelerado de la cesta de la compra y la necesidad de optimizar el consumo de alimentos. Aun así la cifra impresiona, más de 1,2 millones de toneladas de alimentos y bebidas desperdiciadas en un año. Son datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación recientemente presentados, que si bien son preocupantes, representan la cifra más baja de la serie histórica desde que hay registros. Pero no hay que pensar que solo se debe al aumento de la inflación, la intensa labor de concienciación que se ha realizado a lo largo de los últimos años seguro que ha influido, y no poco. De hecho, España se ha enfrentado con anterioridad a fuertes crisis económicas, donde los niveles de desperdicio eran más elevados. Además es una tendencia bajista que se mantiene a lo largo de los años, como se puede ver en la reducción que se produjo en 2021, con una espectacular caída de más del 14%
Otro dato que llama poderosamente la atención y, por cierto, difícil incluso de creer, es que en uno de cada tres hogares españoles no se desperdician alimentos, un 12,3% más que el año anterior. Posiblemente la forma de estimar estos datos se realice a través de encuestas, y la forma de hacer la pregunta sea determinante. En todo caso un gran indicador que refuerza la idea de que se está trabajando en la buena dirección. Las razones que aporta el Ministerio para justificar esta evolución son la ya mencionada inflación alimentaria, la mejora planificación del consumo y el aumento del consumo fuera del hogar.
El consumidor juega un papel muy relevante, pero no el único. De acuerdo con los datos hechos públicos hace escasas semanas por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cada año se desperdicia a nivel mundial el 14% de todos los alimentos producidos, lo que representan alrededor de 900 millones de toneladas, y genera pérdidas económicas por valor de 368.000 millones de euros. Además vaticinan para los próximos años una tendencia claramente alcista, al contrario de lo que está sucediendo entre los consumidores de nuestro país. De las toneladas mencionadas, en torno al 20% se centran en los diferentes escalones de la cadena de distribución, y algo más del 15% en el sector productor, lo que ratifica al consumidor como un gran desperdiciador, junto con la industria. De hecho, de acuerdo con los datos de la Unión Europea, en este espacio económico el 41% del desperdicio se genera en los hogares y el 39% en la industria.
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En definitiva, para abordar este desafío, es necesario un enfoque multidimensional que incluya la educación, la mejora de la cadena de suministro y la implementación de políticas y regulaciones efectivas, pero sobre todo, la concienciación. Al reducir el desperdicio alimentario, podemos mejorar la eficiencia económica, promover la sostenibilidad y garantizar una distribución más equitativa de los recursos alimentarios.
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