Las legumbres han vuelto a celebrar un año más su día mundial; fue el pasado 10 de febrero. La situación va poco a poco mejorando, quizás por el reencuentro que en 2020 tuvo el consumidor con estos saludables alimentos, económicos y duraderos. Esto llevó a que se disparara su consumo en un 25% y, sobre todo, se creara cierta inercia, una vez se reincorporaron a la cesta de la compra de muchas familias. Este punto álgido se alcanzó por muchos motivos, entre otros y no menores, porque en el año 2016 la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y Alimentación (FAO) tomó la decisión inteligente de celebrar el Año Internacional de las Legumbres, así como de institucionalizar el ya referido Día Mundial de las Legumbres. Desde entonces ha experimentado un crecimiento continuo, aunque no explosivo, hasta llegar a la situación actual.
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De acuerdo con el Panel de Consumo Alimentario del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (MAPA), mientras en 2016 el consumo anual en España era solo de 3,1 kilos por persona y año, en noviembre de 2021 ya había superado los 3,5 kilos. Esto ha supuesto un crecimiento medio anual del 2,6%, y un nada desdeñable 13,2% en el periodo total. Por comunidades autónomas, Cantabria es donde más se consume, con 5,2 kilos por persona y año en 2020. Le siguieron Baleares, Cataluña, Aragón y Asturias. Los menos aficionados a este versátil alimento fueron Galicia, con 3,1 kilos per cápita; por detrás de Canarias y Andalucía. Los extremeños adquirieron en ese mismo año más de 3,6 kilos de legumbres por persona. Sin embargo, la realidad es que a pesar de su repunte generalizado, las 1,4 raciones de media por semana están todavía muy alejadas de las tres que recomienda la Organización Mundial de la Salud, y también muy inferior a las 3,5 raciones semanales que se consumían en la década de los 80.
En cuanto al mercado, España es deficitaria en producción de legumbres y necesita de las importaciones para equilibrar su balanza, siendo el garbanzo el de mayor demanda, seguido de la lenteja y la alubia. Una anomalía debida a los escasos márgenes y al reducido apoyo que en las últimas décadas han tenido estos cultivos.
Con todo ello, en el sector se respira un optimismo moderado. La Asociación de Legumbristas confía en esta favorable evolución del consumo, combinado con el referido déficit productivo, lo que da un importante margen para extender el cultivo. Para ello es necesario que el aumento de la demanda presione al alza los precios en origen. Para ello, este deseado cambio tiene que venir de la mano del mayor reconocimiento de los productos locales frente a los importados, siendo imprescindible una mayor diferenciación de los productos en los lineales, así como el refuerzo de las campañas de promoción.
Por otro lado, la futura Política Agrícola Común (PAC) para el periodo 2003-2027 puede ser también un catalizador. Hay que recordar las cualidades medioambientales, siendo cultivos rústicos y bien adaptados a terrenos de calidades inferiores. Una alternativa en rotaciones en muchos casos mejor que el barbecho, al fijar nitrógeno atmosférico en el suelo y demandar menores aplicaciones de tratamientos. Todo ello ha hecho que se conviertan en una alternativa muy alineada con las nuevas estrategias verdes de la Unión Europea, lo que se prevé suponga un impulso a estos cultivos desde las políticas públicas, facilitándoles un mejor acceso a sus ayudas.
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Además, se han convertido en una interesante alternativa proteica para los piensos, cuya industria busca con ahínco nuevas proteínas. Si bien es cierto que no es realista pensar en ellos como un sustitutivo significativo para la todopoderosa soja, solo una pequeña parte de este mercado puede ser un importante revulsivo para el sector de las legumbres.
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