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La amenaza de una sequía sostenible

ANÁLISIS AGRARIO ·

JUAN QUINTANA

Lunes, 5 de septiembre 2022, 07:56

Al margen del debate sobre la virulencia del cambio climático, e incluso sobre su existencia, algo que para algunos todavía es discutible, lo que es un realidad, es que la actual climatología es poco habitual. La sequía que estamos padeciendo, unido a la necesidad de generar energía hidroeléctrica, ha dejado nuestras reservas hídricas bajo mínimos, lo que supone un importante limitante presente y futuro para el desarrollo de nuestras producciones agrícolas y ganaderas y, por ende, para la viabilidad de muchas explotaciones. Todo esto con la esperanza de que la meteorología sea benévola y que en las próximas estaciones no se mantenga la sequía, lo que sería dramático, no solo para el agro, sino para la economía en su conjunto.

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En la actualidad los embalses en España se encuentran a poco más del 35% de media de su capacidad, y con algunas cuencas con serios problemas, como las del Guadalquivir (22%), Guadiana (24,5%), Guadalete-Barbate (24,9%), Segura (37,3%), Tajo (37,7%) y Duero (37,8%). En consecuencia, en Extremadura quince embalses ya se encuentran en situación de emergencia, algunos de ellos de gran tamaño, como el de La Serena, el de mayor capacidad de la región.

El impacto va a ser radical. Por ejemplo, las estimaciones de COAG prevén que los rendimientos en secano puedan caer hasta en un 80%, con reducciones en la producción de herbáceos del 20% En el caso del olivar de secano, la minoración también podría rondar esta misma cifra.

La uva también tendrá una caída generalizada, con frutos de peor calidad y calibre. Una tendencia que se lleva acumulando varios años y que está obligando a muchas grandes bodegas a promover investigaciones que busquen nuevas variedades con menores necesidades hídricas, mejor adaptadas a las altas temperaturas y a la escasez de agua.

En el caso de la ganadería el efecto está siendo muy intenso, con una perdida radical de los pastos en prácticamente toda la geografía española, además de la falta de agua en muchas dehesas, lo que obliga a dar de beber a los animales mediante camiones cisterna. En el caso de la ganadería intensiva, el elevado coste de los sistemas de refrigeración también está minando los márgenes del sector.

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En Extremadura cultivos emblemáticos como el arroz y el tomate para industria se han visto seriamente afectados. En el primero de los casos la superficie ya se ha reducido el 90% y en el segundo, buena parte ya ha sido sustituido por girasol, suponiendo una caída por encima del 20%.

En todo caso, cifras que se unen a un acelerado incremento de los costes, como el pienso para la ganadería, y el coste energético para todo el sector en su conjunto.

La situación es alarmante y más allá de superar una compleja situación coyuntural, tanto económica como meteorológica, es necesario abordarla desde una perspectiva estructural. Hasta la fecha, la climatología al final siempre ha cedido, y las sequías se han compensado con posteriores ciclos de abundante pluviometría. Como ya se mencionaba al inicio, nunca el coste de la energía ha exigido tanto a nuestras reservas como en el momento actual. Por ello, la mera posibilidad de que la sequía continúe un año, si no más, debería hacer saltar todas las alarmas y acelerar la búsqueda de soluciones alternativas. Propuestas que no deben pasar por renunciar al cultivo en regadío, como algunos defienden, porque encarecería enormemente los precios de los alimentos y dispararía la inflación todavía más. Más bien pasaría por realizar las inversiones hidráulicas necesarias para ser más eficientes en el riego, potenciar la agricultura intensiva sostenible, favorecer el desarrollo de variedades resistentes usando todas las tecnologías disponibles y contrastadas, etc. Por supuesto, también reforzar el desarrollo de las energías renovables de una manera que tengan un impacto directo en el coste energético.

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La realidad es que cuesta entender la dependencia energética de un país con una orografía que permite un alto nivel de almenaje y generación, con un nivel tan elevado de insolación y con tanta superficie donde el viento es un fenómeno recurrente.

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