Cáceres palpita con sus patatas fritas
J. R. ALONSO DE LA TORRE
Jueves, 11 de octubre 2007, 03:27
Las grandes ciudades tienen grandes patatas fritas. Sí, también tienen auditorios, catedrales, estadios, avenidas, pero a veces, unas humildes patatas fritas dibujan mejor la historia sentimental de un pueblo que un monumento excelso o un puente magnífico. Cáceres es una gran ciudad porque tiene unas grandes patatas fritas: El Gallo. Son las más ricas, las mejores, las únicas que identificamos con solo masticarlas. Si Cáceres fuera una nacionalidad histórica, las patatas de El Gallo serían nuestra butifarra, nuestro 'pulpo á feira', nuestra 'piperade'. pero como aquí somos universalistas, son solo patatas. Eso sí, los grandes hipermercados multinacionales han tenido que ofertarlas en sus estanterías porque si no, los cacereños se iban a comprar las patatas a otra parte. Nuestras patatas El Gallo formaban parte del rito dominical de nuestra infancia y adolescencia y en en el local patatero de la calle Antonio Silva hemos dejado varias generaciones parte de nuestra paga dominical. El rito, en fin, consistía en desayunar churros, ir a misa de once, bajar a la plaza a comprar una bamba en Isa, subir a escoger el programa doble de la tarde entre las carteleras del Coliseum y del Astoria y acabar la mañana en Antonio Silva comprando una bolsa de patatas fritas El Gallo.
Publicidad
En aquel entonces, en la ciudad había una curiosa polémica, que aún sigue, sobre si las mejores bambas (fuera de aquí, se llaman bombas... ¿pacifistas que somos, mire usted!) eran las de Isa o las del Horno San Fernando. También se discutía y se discute sobre si los churros mejores son los del Ruiz, Reyes Huertas o San Francisco. Incluso había partidarios de la misa de San Pedro y de San Juan o del Astoria y del Coliseum. Pero en lo tocante a las patatas fritas, había consenso: las de El Gallo no tenían competencia. Ya no quedan cines clásicos y vamos menos a misa, pero seguimos enganchados a los churros, a las bambas y a nuestras patatas fritas, aunque recientemente haya cerrado el despacho de El Gallo en Antonio Silva porque a nuestros hijos lo que les gusta son esas blasfemias patateras con sabor a barbacoa que ni son cacereñas ni son 'na'. Ellos se lo pierden.
Primer mes sólo 1€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión