OPINIÓN

ÍNCLITO IBARRA

ÁNGEL ORTIZ

Domingo, 5 de junio 2011, 03:16

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No tengo el gusto de conocer a Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Jamás crucé una palabra con él en persona. Sé lo que ha hecho y dicho públicamente en los últimos diez años, lo que cuentan quienes le conocen desde hace lustros y sé, sobre todo, lo que me ha escrito por correo en alguna ocasión. Por eso sé que es de gatillo fácil cuando se trata de insultar. Al menos, cuando se trata de insultar a un servidor. A mí me ha llamado, directa o indirectamente, papanatas, censor, canalla y, hace unos días, en una charla con un buen amigo mío (por eso lo sé), algo bastante más vulgar... No tengo, pues, un feeling especial (para ser sincero, ni especial ni corriente) con quien fuera presidente de la Junta de Extremadura durante 24 años. Sin embargo, ello no es obstáculo para que le reconozca varios valores: como político, como líder y como figura central de la historia reciente de esta comunidad, para bien o para mal; ni tampoco para que, en contra de algunas opiniones interesadas, cuente mi punto de vista sobre el incómodo asunto que le hizo convocar una rueda de prensa el pasado miércoles en la Asamblea, tras la publicación de unas informaciones relacionadas con los gastos e inversiones derivados de la creación de la Oficina del Expresidente. Porque en ellas se han relatado hechos, pero no solamente hechos. Porque con ellas se ha pretendido informar, pero no solamente informar. Y porque me fastidian los linchamientos de cualquier tipo, da igual las razones. También los que se azuzan contra Ibarra. En HOY publicamos a finales de enero pasado lo sustancial y, desde luego, todo lo relevante de lo divulgado estos días al respecto de la oficina. Pero no aportamos ningún detalle que pudiera poner en riesgo la seguridad del expresidente ni de las personas que trabajan a su cargo; no dimos informaciones fuera de contexto ni atribuímos gasto o inversión alguna a nadie que no fuese el pagador final (la propia Asamblea) sin prueba documental; en uso del secreto profesional, omitimos datos accesorios que pudieran identificar a la fuente que proporcionó esa documentación; y sobre todo, abordamos el reportaje en un momento pertinente desde el punto de vista periodístico. Recordemos que a finales de enero pasado arreciearon las críticas contra José María Aznar y Felipe González porque simultaneaban sueldos de expresidentes con ingresos por asesoramiento o presencia en consejos de administración de grandes empresas. Nuestra obligación era conocer y contar el caso de nuestro expresidente, a todas luces muy diferente. Al señor Ibarra se le ofreció, como siempre, la oportunidad de explicarse, pero declinó nuestra propuesta. Así es que la información de HOY, que remarcaba asimismo los cuantiosos ingresos a los que renunció Ibarra voluntariamente, prestó a sus lectores un servicio, levantó ampollas en el órgano de Gobierno de la Asamblea y desencadenó una infructuosa caza al chivato. Pero no causó, ni de lejos, la polvareda mediática de esta semana. Quizás porque lo nuestro nunca han sido ni serán las polvaredas... Creo que a Ibarra se le puede calificar de muchas maneras. Por ejemplo, si yo tuviese que hacerlo atendiendo a mi experiencia, diría que es un maleducado y un sabelotodo, lo cual no deja de ser una perspectiva parcial y reduccionista del personaje. Pero jamás me atrevería a asegurar que es un chorizo, que se lo lleva crudo, que vive -como otros- de cobrarse favores ni que dejó la política forrado, para regalar vino, flores y lencería gracias al erario público.

Si a finales de enero -cuando HOY publicó esa información-, las personas que ahora han salido a defender su honorabilidad (de la que nadie tiene por qué dudar) y el propio expresidente hubieran aclarado, con pelos, señales y en las propias instalaciones objeto de la polémica, qué cuesta la bendita oficina, para qué sirve, qué actividad desarrolla y qué mejoras pudieran llevarse a cabo sobre su nulo control presupuestario, ahora estaríamos en otras cosas más provechosas. Y quizás quienes vieron en ello una oportunidad de venganza y escarnio -24 años de Gobierno dejan atrás, inevitablemente, un ejército de resentidos- se hubiesen dado por satisfechos. Pero no. Como no fue así, y como además Ibarra habló en la conferencia de prensa del miércoles no solo de la oficina de marras, sino también del futuro político de la región y, lógicamente, lo segundo dejó en un tercer plano el motivo principal de su convocatoria, pues ahora muchos piensan que Ibarra es un comprabragas y un regalavinos. Y eso es rotundamente falso. E injusto. El periodismo nunca debe hacerse al dictado del poder, pero tampoco al servicio del rencor ni la revancha.

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