La ciudad belga de Gante tiene un impresionante patrimonio: la Catedral de San Bavon (en la que fue bautizado Carlos V), el campanario Belfort de ... 91 metros –construido en el siglo XIV y declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco–, el castillo de los condes de Flandes, la Iglesia de San Nicolás, la concurrida plaza Korenmarkt –el lugar más animado de Gante desde la Edad Media–, el Puente de San Miguel, los muelles de Graslei y Korenlei situados a ambas orillas del canal principal... Un paraíso cultural en el que además de animar a los numerosos turistas que visitan la ciudad a no perderse ninguno de estos imponentes monumentos, algunas guías turísticas de Gante le hacen también un hueco a Werregarenstraatje, una callejuela conocida popularmente como «la calle de los grafitis», que es un lienzo abierto desde 1995 para cualquiera que quiera expresarse libremente dibujando, porque el ayuntamiento de Gante permite que se pinten sus paredes de grafitis. Está escondida, pero muchos turistas la buscamos en nuestra visita a la ciudad porque es curioso ver este arte efímero, ya que los artistas la redecoran constantemente.
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No pretendo comparar Gante con Badajoz, sé perfectamente que no tienen nada que ver, pero cuando el año pasado me di una vuelta por el Casco Antiguo de Badajoz en el primer concurso de murales 'Badajoz Pinta' –una estupenda iniciativa del Ayuntamiento, por cierto– recordé aquella calle de los grafittis que se publicitaba como uno de los atractivos de una ciudad rebosante de importantes monumentos, y no solo para los aficionados al arte urbano.
La preciosa pintura de Anna Repullo que ganó el año pasado la primera edición del certamen, mostraba a dos niñas saltando a la comba y me pareció que era una metáfora del salto que para el Casco Antiguo de Badajoz podría suponer el arte urbano en sus muros. Y la obra de grandes dimensiones de Miguel Tinoco que ha triunfado este año, en la que aparece la iglesia de la Concepción y delante una joven con la mano en la frente para evitar el sol mientras otea el horizonte, me parece también una alegoría de hacia donde tiene que mirar el Casco Antiguo. Potencial no le falta a la zona, que en la parte más degradada alberga una preciosa Plaza Alta, un rincón con encanto como son los jardines de la Galera o una remozada Alcazaba. Y puede convertirse en el futuro en una galería de arte al aire libre, un barrio cuidado al que la gente quiera ir de visita y en el que desee quedarse a vivir. Pero para ello proyectos como este –que se suma a la lenta urbanización del Campillo– no son suficientes, y es vital que acaben con la venta de droga e impidan que los vándalos se dediquen a dañar el patrimonio y a ensuciar las pinturas, como hicieron con las de la primera edición.
«El mundo es un lienzo para nuestra imaginación», escribió el filósofo Henry David Thoreau, y el grupo de artistas que participan en 'Badajoz pinta' están utilizando el Casco Antiguo como lienzo y convirtiendo callejuelas sucias y abandonadas en una obra de arte digna de visitar. Calles a las que antes no nos hubiéramos acercado despiertan ahora nuestra curiosidad y han pasado de sombrías a coloristas. Quizás sea esta otra forma más de revitalizar el Casco Antiguo de Badajoz, que, como cantaba Diego Torres, tendría que «pintarse la cara color esperanza...».
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