¿La pandemia nos ha vuelto insensibles?

UNA VIDA PROPIA ·

Marisa García

Badajoz

Sábado, 20 de febrero 2021, 09:30

Después de casi un año nos hemos acostumbrado a ver que cada día hay cientos de muertos y miles de hospitalizados por covid en España ... y ya asumimos como «normal» algo que hace tan solo doce meses nos habría parecido una barbaridad. Tal vez seguir con nuestra vida como si la pandemia no fuese con nosotros sea un mecanismo de defensa porque si no lo hiciéramos nos costaría vivir entre tanta desgracia. A veces parece que no le damos importancia, como si supiéramos que la covid está ahí pero a nosotros no nos afecta. Leemos y escuchamos las cifras de muertes, ingresos en UCI y hospitalizaciones pero no las procesamos, como si fuesen solo números. Da la sensación de que no tenemos empatía por los que sufren la enfermedad ni por los que luchan día tras día desde hace un año por curar a los enfermos, sanitarios a los que no les agradecemos lo suficiente su esfuerzo. Afortunadamente las últimas cifras son alentadoras porque cada vez hay menos contagios y la incidencia del virus está descendiendo, en gran parte gracias a las vacunas. Aunque deberíamos aprender de la experiencia y no bajar la guardia, porque el coronavirus aún no ha quedado atrás.

Publicidad

Cuando realmente somos conscientes de lo que supone la pandemia es cuando una persona a la que queremos es uno de esos números sin rostro que muchos creen que no tienen una historia trágica detrás. Pero no es así. En España hay 67.101 dramas en los que los familiares han perdido a un ser querido y cientos de miles de personas han sufrido por un familiar o amigo ingresado.

Cuando alguien cercano forma parte de la estadística de los que intentan superar el coronavirus en los hospitales tienes angustia, miedo por la incertidumbre de no saber cómo va a evolucionar en su cuerpo este virus imprevisible. Sientes desasosiego al ver que la covid ha alcanzado a uno de los tuyos y le hace sufrir. Es como vivir una pesadilla real. Te da confianza saber que en el hospital hay magníficos profesionales intentando ganar la batalla al virus, pero no es suficiente, porque sabes que la persona que más quieres está luchando aislada en una habitación, y que se siente desamparada como si la hubiésemos abandonado a su suerte porque no nos permiten acompañarla. Es triste también que esté sola y no pueda sentirse reconfortada por el calor de los suyos. Cuando te dicen que solo saben si los sanitarios que entran en su habitación son hombres o mujeres cuando les oye hablar, porque con los EPI parecen astronautas, los familiares nos sentimos inútiles porque no podemos hacer nada por ayudar, aunque solo sea cogerles la mano para tranquilizarles.

Y te agobias, te ahogas, lloras de impotencia. La angustia te oprime el pecho. Estás descentrado. No puedes conciliar el sueño. Das vueltas y más vueltas. Cuando tienes ganas de llorar, aprietas los dientes porque sabes que no puedes flaquear, que tienes que estar ahí cuando salga del hospital.

Publicidad

Para los que hemos tenido la desgracia de que el virus nos ronde cerca, el único número que consuela es cuando te dicen que esa persona que quieres y que tan mal lo ha pasado en el hospital es una de las altas de ese día. Ahí comienzas tú a respirar también y a dar gracias a Dios por poder verla a salvo, esperando que la única secuela que le haya dejado el maldito virus sea una experiencia traumática que afortunadamente ya se ha acabado.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes sólo 1€

Publicidad