El embajador israelí tritura ante los presentes la carta de Naciones Unidas. Reuters
Desde la ventana

El caos

El show ha llegado también a la sede de la ONU cuando en directo el embajador israelí trituró ante los presentes la carta de Naciones Unidas

Nieves Galán

Domingo, 12 de mayo 2024, 08:15

Hablan de caos en el festival de Eurovisión. Cuando se publiquen estas líneas ya sabremos quién ha ganado, si finalmente ha sido Israel tal y ... como apuntan algunas informaciones, si habrá descalificaciones, si algunos o algunas de las artistas tendrán voz además de para sus letras, para la protesta, o de que todo pasará sin más, un festival de la canción en un mundo que padece de caos. Madonna en 2019 se atrevió, como se ha atrevido con todo a lo largo de su carrera, a cerrar su actuación en este mismo festival con un abrazo entre bailarines que portaban las banderas israelí y palestina. Pero era 2019 y entonces había conflicto y no la guerra que hoy vivimos en la que vuelven a sonar los ecos de conmigo o contra mí cantados por Israel.

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Ojalá y todo ese caos se circunscribiera al espectáculo pero el show ha llegado también a la sede de la ONU cuando en directo el embajador israelí trituró ante los presentes la carta de Naciones Unidas. En directo también hemos visto cómo israelíes enfurecidos quemaban la sede de la UNRWA en Jerusalén, los mismos trabajadores tuvieron que sofocar el incendio porque casualmente la policía y bomberos israelíes tardaron una vida en llegar al lugar. Y en directo vemos cómo cada día Israel está cercando a los palestinos que se mueven con toda una vida encima, lo que les queda, de un lado a otro sin garantías. No solo los mueven, también los matan.

Y no este un grito que clame contigo o contra ti, podemos abiertamente denunciar el ataque que sufrió Israel el 7 de octubre y podemos gritar a la vez por un alto al fuego, por parar esta masacre de la que somos testigos día a día aunque los ojos se hayan acostumbrado a la barbarie y los oídos a los continuos partes de guerra.

Escribo de nuevo sobre esto y caigo en la repetición para no olvidar, porque no olvidar es lo que deberíamos hacer con cada una de las guerras, no es concordia, es memoria. Escribir sobre ello, hablar sobre ello, gritar sobre ello.

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Nuestras vidas están llenas de pequeñas luchas, grandes luchas, pequeños y grandes caos, cada uno en la medida de lo que podemos vivir y soportar, otras veces esos caos nos llevan por delante junto con toda la ansiedad acumulada. La escritora guadalupeña Maryse Condé en 'La vida sin maquillaje' describe el transcurrir de su juventud en diferentes países africanos, un trascurrir marcado por el caos, idas y venidas, depresiones, hambre y malas decisiones. En un momento dado y cuando estaba decidida a dejar Guinea pero no África, una de sus amigas le dice, «para ser tan inteligente, no haces más que estupideces».

Cuántas estupideces habrán provocado pequeños o grandes caos en nuestra vida, en mi libreta hay apuntadas más de las que a veces creo poder soportar.

La lectura, los libros nos ayudan a apartarnos de nuestros pequeños caos cotidianos, de esas estupideces. Pero para frenar el caos en el que este mundo está inmerso en forma de guerra y con cara de genocidio, hará falta algo más que protestas, libros y palabras. Este caos ya supera los 30.000 muertos, demasiados.

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