Hoy, mientras paseaba por las orillas del Guadiana, a la altura del mercadillo de los martes, vi cientos de bolsas de plástico que, mecidas por ... el viento, se abalanzaban sobre las aguas de este maltratado río. Pensé en todo lo que se ha hablado en foros fachada sobre la contaminación por plásticos, de su durabilidad perniciosa para el medio ambiente, la salud de los seres vivos y de la enorme preocupación de todas las administraciones para que esta lacra desaparezca de nuestro planeta. Pero también me di cuenta de que aquellos a los que pagamos buenos sueldos para que decidan y trabajen por todos nosotros no lo hacen ¿No hay nadie en los servicios de limpieza que se haya parado a pensar en todos los riesgos que puede provocar la suciedad que genera un mercadillo? ¿No hay nadie entre los vendedores ambulantes que se preocupe de estos desechos? ¿Alguien les exige un mínimo cuidado? Y claro, se manda a los barrenderos, pero cuando ya está hecho el daño. La triste realidad es que nadie –bueno no quiero ser tan tajante quizás haya alguno– se ocupa de estos temas. Debemos exigir calidad en el trabajo a los responsables del mismo. De lo contrario, estaremos pagando a indolentes que se dedican a rellenar el expediente, cumplir un horario de trabajo del que sacan cierto rendimiento sin prisas, pero con pausas y a esperar el finde siguiente para quedar con los amigos, hacer una barbacoa o tomar unas cervezas contando chistes malos que bajo los efectos del alcohol suenan a gloria, los mejores. Mientras tanto los plásticos vagando por el río, intoxicando el maravilloso entorno natural con el que, por suerte, contamos en Badajoz. Por cierto, a la altura del edificio Siglo XXI y dentro del río, que está bajo de agua, he apreciado, bajo unas rocas donde anidan cormoranes, un par de arcos de medio punto que presagian lo que sería una construcción humana.
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