Uruguay, primer rival de España en el Mundial
Rocco Siffredi, el exactor porno más famoso de la historia de esa clase de cine. HOY
Verdades y mentiras

La vida en 25 centímetros

Circular por la vida con un pene de 25 centímetros debe ser muy engorroso

Julián Rodríguez Pardo

Martes, 21 de mayo 2024, 07:25

Dentro de una semana exacta cumpliré 51 años, así que voy a regalarles una confesión: llevo años practicando involuntariamente la abstinencia sexual. Esa mala costumbre ... que los estadounidenses denominan como «downsex» y que, en realidad, no tiene tanto que ver con aparcar el deseo, sino con la decisión de mantener relaciones sexuales de forma plenamente consciente.

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En mi caso lo hago obligado por las circunstancias. ¡Y lo que me queda! Yo confiaba en que, con la consumación del procés catalá en las elecciones del 12 mayo, se impusiera un nuevo orden internacional de derechos humanos con una cuota de sexo obligatorio al año para todos… Pero, ¡qué va! A los electores catalanes les ha dado por volverse medio constitucionalistas y aquí me tienen: alimentando mi espíritu a base de la famosa vivienda digna del artículo 47 de la Constitución, pero sin estrenar el colchón de agua que encargué para recibir como se merece mi cartilla de racionamiento. ¡Que ni he podido encender el espejo con luces led de colores que instalé en el techo para el día de la inauguración!

Y no es que yo quiera emular a Rocco Siffredi, el exactor porno más famoso de la historia de esa clase de cine –porque circular por la vida con un pene de veinticinco centímetros debe ser muy engorroso–. Pero ya saben que los hombres venimos al mundo con las prestaciones justas para tirar «palante» y nos movemos entre lo básico y el Cromañón: seguimos creyendo que el tamaño importa, aunque no nos preguntemos para qué. Y nos la medimos –con perdón– constantemente, aunque sea de forma simbólica: la cuestión no es tanto marcar muchos goles como ganar el partido. No sé si me entienden…

Lo llamativo de la historia de Rocco Tano –el verdadero apellido de Siffredi– es que no sería quien es sin la influencia de sus hermanos. Claudio, que padecía epilepsia, murió tras un ataque cuando solo tenía doce años. La madre de los Tano enloqueció de dolor y la tristeza se instaló para siempre en aquella vivienda social en la que vivían. Rocco buscó una manera de compensar a su madre por la muerte de Claudio. Y animado por otro de sus hermanos, Tomasso, al que admiraba profundamente, descubrió el presunto valor de su pene y de su tempranísimo despertar sexual. Seguramente aquel niño de Ortona –una pequeña localidad costera italiana– depositó en su miembro una parte importante de su identidad futura. Y aunque yo no tenga ni idea de cómo se vive la vida a través de esos veinticinco centímetros, me pregunto si, sin el dolor de su madre, la vida de Roco habría sido de otra manera.

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Como yo no soy Rocco, no me queda otra que confiar en que los socialistas catalanes no se me instalen en la Generalitat y me fastidien lo de la cartilla. Pero como los hombres tenemos el cerebro debajo del ombligo, nunca se sabe. Porque, entonces, ya no habrá vuelta atrás y ¡hasta Salvador Illa se va a quedar sin su cuota! ¡Por listo! Como, además, yo tengo estos genes de macho político español tan marcados, sufro más por el hecho de que mi vecino sí «moja», que por no hacerlo yo. Pero –ya saben– que el pene… no siempre nos deja ver el bosque. Amén.

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