El titulito
María Jesús, desde el cariño comunista-cristiano, ¡invítame a la Feria! Y te llevo la rosa…, que viene sin titulito, pero con código de barras. ¡Y está pagada!
Como se acerca la Feria de Abril y yo guardo muy buenos recuerdos de mi paso por la caseta del PSOE –espero que ellos también–, ... me he comprado unos calzoncillos con la hoz y el martillo para caerle bien a María Jesús Montero y que me invite. Ella, de jovencita, militó en las juventudes comunistas y, también, vivió en una comuna cristiana. Y como yo siempre he pensado que Jesucristo, en realidad, era votante de Sumar –aunque sin túnicas de marca–, he entrevisto nuestro nexo de unión para que el plan me salga. Lo de mencionarle a San José, en cambio, es más complicado…, porque el hombre sería muy obrero, pero la casa de Nazaret era suya. Y si la Iglesia le nombró patrón de la vivienda he pensado que, a lo peor, era rentista y tenía otras viviendas no declaradas. Así que, mejor, lo omito. No vaya a ser que no me invite y me tenga que comer los castellanos, la americana y hasta la rosa preservada que le había comprado por si la cosa, entre nosotros, se ponía… Ya saben.
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El caso es que, cuando mi plan ya estaba urdido, Marisu –como la llaman sus amigos–, soltó lo de las universidades privadas y, como yo estudié en una, mi sueño erótico-folclórico se vino abajo. No solo por si me soltaba lo del titulito comprado, sino porque nunca les había preguntado a mis padres si lo habían pagado en B o en A. Y con una ministra de Hacienda, ¡solo me faltaba! Así que, rezándole a San Orfidal, llamé a mi madre y le pregunté si lo del títulito era verdad. Y, con esa sensibilidad tan suya, me soltó: «¡Ay, hijo! ¡Le haces caso a cualquiera! Pero, ¿tú has visto cómo junta las manos para aplaudir esa mujer? ¡Por favor!». Yo, que huelo sus mentiras hasta por el satélite de Movistar, le supliqué casi llorando: «¡Mami, dime la verdad!». Y ahí, con lo de mami, la mujer le salió esa dulzura que los gallegos llevamos tan, pero tan, adentro y confesó: «Pagamos, pero poco. Los de periodismo eran baratos. Fíjate si fue poco…, ¡que hasta nos llegó con hipotecar la cama articulada de tu abuela!. Aunque, en realidad tu padre, que es tan de San José, quería hipotecarla a ella porque decía que, a largo plazo, su suegra era una propiedad menos rentable que la cama!». Sin comentarios.
Como la Feria no se me va de la cabeza, he empezado a elaborar una lista con todas esas cosas que Marisu y yo tenemos en común: a ella, su juventud comunista le llevó hasta los libros de Karl Marx y, a mí, a andar desnudo por la calle al grito de «mi ropa es la tuya», en plan Bertín Osborne, pero sin tanto lío de casas, claro; ella compró su título en gestión sanitaria en una escuela de negocios privada de Barcelona y yo, el mío, en una universidad privada de Pamplona; y –lo más importante– mientras ella ha sido siempre una firme defensora de Susana –Díaz–, yo fui presidente del club de fans de otra Susana…, ¡¡la que tenía un ratón chiquitín!!
María Jesús, desde el cariño comunista-cristiano, ¡invítame a la Feria! Y te llevo la rosa…, que viene sin titulito, pero con código de barras. ¡Y está pagada!
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