Un hombre cabal
Guillermo consiguió crear un estilo propio basado, principalmente, en la amistad y las buenas relaciones, y no en el ajuste de cuentas permanente
Pude regresar de mi exilio en Castilla-La Mancha gracias a Vara, quien, sin hacer ruido, me abrió las puertas del retorno a Extremadura tras ... un tiempo en el que huían de mí los de derechas, algunos de izquierdas e incluso aquellos ecologistas que buscaban el apoyo de Ibarra. Su mensaje, de pocas palabras, fue algo así como «Déjame hacer a mí y olvídate un poco de todo lo que te han hecho pasar».
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Guillermo era un hombre de orígenes conservadores que poco a poco fue descubriendo tanto la gestión de lo público como la política socialdemócrata, para la que estaba especialmente dotado, y consiguió crear un estilo propio basado, principalmente, en la amistad y las buenas relaciones, y no en el ajuste de cuentas permanente, que era lo que se ejercía en aquel socialismo provinciano en el que mandaban un gran cacique y los dos o tres esbirros que ejecutaban todas sus órdenes.
Cuando se consolidó como presidente de la Junta de Extremadura, se empezó a sentir más libertad a la hora de relacionarnos, incluso con aquellos que nos habíamos enfrentado al aparato del partido en unos tiempos en los que era una osadía a la que pocos nos atrevíamos.
Siempre será ese amigo capaz de construir una sociedad más justa sin odio hacia nadieGuillermo fue un hombre de partido, sí, pero también supo estar por encima del partido
Sus relaciones con el mundo de la empresa, los sindicatos y los dirigentes de las Administraciones le dieron la experiencia y el conocimiento necesarios para enfrentarse a algunos proyectos importantes e intentar instalar en Extremadura algunos de ellos. Y, sobre todo, para saber cuáles eran los temas de futuro que le convenían a nuestra tierra.
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Llegó un momento en que, presionado por parte del aparato del partido, tuvo que defender proyectos indefendibles que toreó como pudo apoyándose en algunos amigos de dentro y fuera del partido que estábamos contra ellos. A veces, te confesaba con prudencia de dónde le venían las presiones, y entonces nos ayudábamos —con esa misma prudencia— hasta donde nos era posible.
Cuando creamos el 'Cuaderno Extremeño', una revista independiente y de pensamiento crítico, colaboró a fondo con ella, tanto escribiendo algunos artículos como interviniendo en sus presentaciones, a las que acudían personas de todos los colores políticos y se discutía con libertad.
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El tiempo nos fue convirtiendo en amigos leales, aunque no exentos de conflictos que toreábamos lo mejor que podíamos, y nos ayudábamos hasta donde buenamente podíamos. Todas estas circunstancias nos permitieron vivir experiencias fuertes a veces, así como comprobar hasta dónde podían llegar nuestras lealtades —dentro de los límites— a las que cada uno nos debíamos.
Guillermo se debía a una familia socialista «de muchos pelajes» y, a la vez, tenía que hacer malabarismos para convivir con sus amigos, tanto los de fuera como los de dentro, enfrentándose a cualquier situación que así lo exigiera en momentos concretos.
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En las presentaciones, ya fuera en El Corte Inglés, ya ante algún ministro concreto, ponía a prueba su sentido del humor, que no le faltaba ni siquiera en los momentos más transcendentes, lo que contribuía a una colaboración que se hacía cada día más grande y, al mismo tiempo, más dificultosa a medida que su salud fue poniendo unos límites que todos nos temíamos debido al gran afecto que llegamos a sentir por él.
Unir afecto, inteligencia y generosidad en un responsable público no es algo que se dé con frecuencia. Sin embargo, en el caso de Guillermo las tres cualidades iban unidas, y gracias a ellas conseguimos forjar una complicidad tan grande que no podíamos evitar la enorme preocupación por su salud y el consiguiente deterioro, pues era una de esas personas a las que había que querer por encima de cualquier circunstancia.
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Teníamos varios proyectos entre manos cuando empezamos a entender que ya no íbamos a poder llevarlos a cabo, de modo que solo nos quedaba reconocer lo mucho que nos había ayudado y lo mucho que habíamos disfrutado esbozándolo.
Guillermo siempre será ese amigo capaz de afrontar todas las situaciones y embarcarse en todas aquellas tareas necesarias que sirvan para construir una sociedad más justa sin el menor asomo de odio o rencor hacia nadie, por mucho daño que le hubieran hecho —y créanme que no faltaron quienes se lo hicieron–.
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Si no se hubiera interpuesto el cáncer en su camino, Guillermo podría haber jugado un papel importante en la política española o europea. Tenía todo el nivel de conocimiento necesario, así como la madurez y la experiencia que dan los años para ello. No obstante, nunca la ambición supuso un estorbo para él.
Su entierro fue la mejor prueba de cómo la gente le quería y le recordará siempre como la persona generosa e inteligente que demostró ser en todas y cada una de las responsabilidades que desempeñó. Fue un hombre de partido, sí, pero también supo estar por encima del partido siempre que las circunstancias se lo exigieron. Por todo esto será imposible olvidarle.
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