Ayer se celebró el día del maestro, festividad que acoge también a los docentes de las enseñanzas medias. Una fecha para reconocer la labor de ... quienes se dedican a dotarnos de las herramientas necesarias con las que descubrir el bagaje cultural que la humanidad ha acumulado y ponernos en el camino para conseguir nuevas metas.
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Lejanas vivencias de niño afloran desde las capas más profundas de la memoria, como vaho de la tierra en estos días de sementera cuando el arado profundiza y la remueve. Guarda todavía en su interior el calor de la infancia cuando, asombrados, empezábamos a descubrir el mundo.
En el puño, vellón rosado, el lápiz fuertemente asido. La lengua, como pez entre labios, acompañaba los trazos de mis manos. ¡Mis primeras letras abriendo caminos en la vieja escuela! Llegaban a los renglones de la libreta los latidos del corazón a través de mis manos.
¡Quién pudiera estrenar zapatos nuevos y jugar con la pelota verde del gorila que nos daban de regalo con su compra! Colocar las carteras en hilera para guardar el orden de llegada y al escuchar la voz: ¡viene el maestro! ir hasta él y darle los buenos días. Mojar en el tintero del pupitre para escribir la fecha con plumilla, cuidadosamente y con esmero de artesano. Repetir la muestra trazada en la pizarra por el maestro en una carilla del cuaderno de caligrafía.
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Mi madre preparaba el café de puchero, hecho en el anafre con carbón. Migaba las tostadas y ponía sobre ellas la nata en un tazón de porcelana. Con legañas y los ojos aún hinchados, el aseo en la palangana al lado del brasero. En los tejados, la helada y el humo de las chimeneas… Con mi cartera de cuero me iba a la escuela, no sin antes tirarle piedras a los carámbanos que se habían formado en el arroyo. El sol, en estos días de finales de otoño, débil, dorado y esquivo, levantaba la bruma en la cañada donde jugábamos al fútbol por la tarde.
Pupitres con tinteros… olor a goma de borrar… El maestro, pronunciando los dictados. Nuestros dibujos con los dedos en los cristales empañados de las ventanas…
Eran los tiempos de la dictadura, pero, aparte de las consignas escritas en el encerado, del izado de banderas y de las fotografías de Franco y José Antonio en la pared, los maestros nos enseñaban normas de buen comportamiento, sin necesidad de que estuvieran recogidas en ninguna asignatura específica. Unos valores universales que fueron calando en nuestras vidas. Disciplina en los horarios, orden y limpieza en la presentación de los trabajos, respeto a los mayores, tolerancia hacia los fallos ajenos, compañerismo…
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La memoria lima aristas y deforma los recuerdos, pero cuánto ha cambiado la sociedad para que las administraciones públicas tengan que intervenir con el fin de reforzar la autoridad de los docentes ante las presiones que sufren. Mal camino llevamos.
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