R. C.

Amojamado

Recuerdo la sensación de mareo, y de algo parecido a claustrofobia en un ambiente malsano, que me entró al visitar la calurosa sala de las momias egipcias del Museo Británico de Londres, ese esplendoroso inventario del expolio imperial a lo largo de la Historia

Juan Bas

Lunes, 28 de julio 2025, 00:01

No es raro el hallazgo de cuerpos momificados. Condiciones de ausencia de humedad y temperaturas altas frenan la labor de las bacterias y secan el ... cuerpo produciendo el amojamamiento. Un cadáver en esas circunstancias, si no es muy voluminoso, puede librarse de la putrefacción y convertirse en una momia en un año. Así son las numerosas momias que se encontraron al exhumar cuerpos en el cementerio de Guanajuato, México, y que se exhiben en un museo de la localidad de morbosidad extrema y masiva atracción turística.

Publicidad

Recuerdo la sensación de mareo, y de algo parecido a claustrofobia en un ambiente malsano, que me entró al visitar la calurosa sala de las momias egipcias del Museo Británico de Londres, ese esplendoroso inventario del expolio imperial a lo largo de la Historia. Son las momias del antiguo Egipto las que tenemos más asociadas a esa siniestra figura tan utilizada por el género de terror. Como sabemos, aquel momificado distaba de ser natural. El cadáver se evisceraba, incluido el cerebro, era secado al sol, se embalsamaba y cubría con vendas. Solo permanecía dentro el corazón, por considerarse que era el único órgano necesario para el viaje del alma al ultramundo. En la ficción hay una hermosa historia con momia egipcia que trata de un gran amor que dura más que una vida, más que un largo imperio y vence incluso a la separación de la muerte.

Así lo demuestra Boris Karloff, el sumo sacerdote Imhotep, en aquella excelente película de 1933 que es 'La momia', de Karl Freund (con popular versión moderna). Cuenta que Imhotep es condenado a una muerte atroz, ser momificado vivo (simplemente cubierto de vendas y encerrado en un sarcófago), por haber cometido sacrilegio y ofender a los dioses con el intento de que vuelva de entre los muertos su amada princesa, la hija del faraón, mediante el pergamino prohibido que consigue la resurrección. Gracias a ese mismo pergamino, que se mete en su sarcófago para que nadie pueda volver a usarlo, Imhotep, la momia, vuelve de la tumba dos mil años después para encontrarse con la reencarnación de la princesa.

Por ser mi patria Tintín, una de mis momias favoritas aparece en el álbum 'Las siete bolas de cristal'. Es la momia maniatada del rey inca Rascar Cápac, robada en Perú por una expedición arqueológica que se gana así su maldición. Por último, se puede incluir a las momias en vida o prematuras. En clave de humor negro, me hace gracia el patriarca de los matarifes asesinos de 'La matanza de Texas', que parece que está tan tieso como la madre de 'Psicosis' pero revive cuando le dan a probar sangre de una jovencita insensata.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes sólo 1€

Publicidad