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Opinión

Fiestas y patronazgos. A propósito de la feria de San Juan

En el transcurrir de los tiempos se han ido imponiendo los rituales sociales frente a los eclesiásticos. De hecho, en ocasiones la estética y dramaturgia conmemorativa religiosa de la fiesta ha quedado reducida a su mínima expresión, una misa oficial, como ocurre en San Juan en Badajoz

Javier Marcos

Sábado, 22 de junio 2024, 08:01

La fiesta comunitaria, la que integra a todos los sectores sociales, se celebra cada año durante unos días fomentando las interacciones sociales e intensificando la ... sociabilidad. El tiempo de fiesta es un momento apropiado para vivificar las relaciones sociales, personales y grupales, vecinales y entre barrios. Muchas fiestas comunales están localizadas, y no por casualidad, en los inicios de las fases de transición climática, inmediatamente antes o después de la recogida de la cosecha. Tal circunstancia proviene de cuando la economía era básicamente agropecuaria. El gasto extraordinario, energético y económico que significan las ferias proporciona pistas para comprender las razones de su localización en el calendario festivo de los pueblos. En Extremadura la mayoría de las fiestas mayores se festejan en junio, julio, agosto y, en menor medida, en septiembre. Y aunque cada vez es menor su relación y dependencia de los periodos de recolección, de los ciclos de la naturaleza y la división del año en estaciones, las fechas tradicionales, en general, apenas se mueven en el calendario si no es por circunstancias especiales.

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Las fiestas patronales son las que se celebran con motivo del día del patrón/a según el calendario católico. Si bien la mayoría de localidades tienen dos patronos bajo advocaciones de distinto sexo, las hay como el caso de la ciudad de Badajoz que cuenta con tres piedades religiosas, que asimismo funcionan como símbolos de identidad. Lo habitual es, en todo caso, festejar a una en mayor grado. La elección de este o aquel Cristo, Virgen, Santo, Mártir u otro icono como patrón protector de la población responde a acontecimientos estrechamente relacionados con la cultura local. En el transcurrir del tiempo, no obstante, mientras algunas imágenes pierden el favor popular, otras nuevas se agregan al panteón local; porque, como las modas, el culto a las devociones renombradas también tiene tiempos de ascenso y descenso, llegando algunas incluso a desaparecer. Ahora bien, las ferias y fiestas de los pueblos distan de ser meramente religiosas. En el transcurrir de los tiempos se han ido imponiendo los rituales sociales frente a los eclesiásticos. De hecho, en ocasiones la estética y dramaturgia conmemorativa religiosa de la fiesta ha quedado reducida a su mínima expresión, una misa oficial, como ocurre en San Juan en Badajoz. Histórica y socialmente lo que sí suele existir es una estrecha relación entre el pueblo/ciudad y su patrono/titular. El patrón y la patrona se encuentran por encima de las demás imágenes, porque los emblemas tutelares adquieren un carácter identificativo del grupo-comunidad local. Son iconos cohesionadores que llegan a poseer un «sentido totémico», pues representan a la práctica totalidad de la población desde un punto de vista espacial, temporal y social. De manera que, cada año, la efigie comunal difumina ritualmente la polaridad social y actúa como símbolo de unión por encima de las diferencias («igualitarismo ritual»). Es el alter ego de la ciudad; su topos común. Mediante la fiesta la gente recuerda y reconoce su pertenencia a un colectivo específico. De esta manera, la fiesta cumple una función simbólica de reafirmación de la identidad social, la que se materializa a través del conjunto de signos y símbolos que sirven para distinguir el «nosotros» (nativos, locales, vecinos…) del «ellos» (forasteros, fuereños, invitados…).

La mayoría de las imágenes patronales concentran en sí un tipo de protección genérica y en las calamidades públicas; y otro en los ámbitos de la enfermedad. Es decir, una protección colectiva y social; y otra individualizada. Porque ejercen un rol de intercesoras entre la comunidad de referencia (lo humano-natural) y la divinidad (lo sobrenatural). Durante siglos el culto predominante en Badajoz se ha profesado a San José (antiguo patrón), a las imágenes de la virgen bajo las advocaciones de Bótoa y Soledad, y a San Juan, aunque este último, al estar vinculado a la iglesia catedral y representar lo eclesiástico «institucional», no se considera una devoción de fervor popular. Las prácticas rituales y la religiosidad relacionadas con las ofrendas, promesas, las plegarias…, los pacenses devotos las dirigen preferentemente a figuras taumatúrgicas con cuyas imágenes establecen una relación más directa y personal.

Probablemente, San Juan junto a San Jorge y San Antonio son los santos más celebrados en el orbe cristiano. La tradición relaciona al «Bautista» con dos elementos naturales importantes para la vida y su reproducción: el agua y el fuego (sol). El primero hace referencia al episodio evangélico del bautizo de Cristo y por tal razón en la cultura popular el agua adquiere propiedades taumatúrgicas; y el segundo se relaciona, por asociación 'simpática', con la fecha en la que la iglesia puso su onomástica en el calendario, en torno al solsticio de verano. En remota conexión con este último pueden estar, quizás, los rituales ígneos de las hogueras que en tiempos pasados se encendían en las riberas del Guadiana a su paso por la ciudad; metamorfoseadas actualmente en los espectaculares fuegos artificiales que avisan del inicio de las fiestas la víspera del patrón.

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Los carteles anunciadores de San Juan durante los siglos XX y XXI recogen indistintamente las voces «feria», «fiestas» y «ferias y fiestas»; predominando en las últimas décadas el término «feria». De lo que cabe sospechar que el origen de las fiestas de San Juan pudo estar en una feria o mercado de ganado. En líneas generales, puede afirmarse que las poblaciones que en sus carteles anuncian fiestas patronales bajo el título de feria o ferias y fiestas tuvieron un antecedente en un hecho económico que con el tiempo se transformó en un espacio de ocio y diversión. Lo incuestionable, en el caso de Badajoz, es que un acuerdo de pleno municipal aprobó nombrar a San Juan patrón protector de la ciudad a mediados de la década de los años veinte del siglo pasado. Circunstancias que debieron tener que ver, seguramente, con la 'extensión' o el deslizamiento del patronazgo desde la iglesia catedral y la diócesis al conjunto de la sociedad.

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