Era por la mañana y, mientras me tomaba mi café rebajado con agua, entré a Facebook. Normalmente no lo hago porque pienso que esa red ... social pertenece a otra generación y tiene el olor de las casas de los viejos. Hay tecnologías que pertenecen a determinados tiempos e, incluso, mismas tecnologías usos diferentes. Hace unos meses le preguntaba a un alumno mío por qué en Instagram no tenía ninguna foto y solo subía 'stories' de cinco segundos: «Es que ahora la fugacidad es importante para ligar». Y yo tengo mi cuenta llena de fotos. No hay nada más de viejo que creerse moderno.
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El caso es que haciendo 'zapping' vertical vi una publicación de mi pueblo avisando que ese día no se abriría la piscina municipal por la baja imprevista y totalmente fortuita del socorrista, no dando tiempo a sustituciones también muy fortuitas y siendo todo esto morrocotudamente falso. El socorrista avisó la tarde anterior. Estaba a punto de presenciar 'Fargo', 'Goodfellas' en la campiña sur, una turba enfurecida, políticos protegiéndose, trabajadores públicos tirados a los leones, la oposición con el colmillo goteando y, sin embargo, un pueblo que sí apoyó una buena causa.
Todo apuntaba al socorrista. Este, según narraba la noticia, parecía no ir a trabajar por falta de ganas; dedicarse a lo bucólico que para eso es viernes. En definitiva, iba a dejar sin bañarse en calzoncillos a medio pueblo sin motivo aparente. Lo primero que pensé al leer la noticia fue en lo innecesario de señalar al (presunto) culpable.
Sin embargo, tremendo villano piscinero propició el 'plot twist' definitivo cuando salió a explicar, personalmente (ningún medio oficial lo hizo), que había sido amenazado y extorsionado por bañistas que ignoran las normas y «que son inmunes ante la ley», algo que siempre ocurre, de lo que la policía y ayuntamiento están informados y, asiduamente, ignoran.
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Cientos de comentarios de apoyo al socorrista comenzaron a saturar la publicación. Todos creyeron su versión porque todos habían vivido esa situación y similares. La nueva normalidad no era vivir con mascarillas, saludar con el codo y echar de menos a tus padres; era vivir sin paz.
No tardó en aparecer un comunicado del ayuntamiento en lo que sonó a una huida hacia adelante y que merece la pena repasar en un punto: «En ningún momento se efectuó llamada a la policía local». Suele ocurrir que una amenaza termina mermando y, cuando todos los días se hace uso de la fuerza, la misma fuerza se cuestiona y pierde su sentido.
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El sabor de boca que dejan ambas publicaciones (primero la de Facebook, luego el comunicado del ayuntamiento) es el de proteccionismo institucional con atropello de trabajador público si fuera necesario: «La piscina se cierra porque el trabajador se dio de baja», «todo ocurrió porque no se llamó a la policía». Balones fuera. Ancha es Castilla.
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