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A la última

Dark tourism

En Cuba soy persona non grata. Me declararon escoria cuando escribí un reportaje sobre el turismo sexual en la isla. Habían denunciado la existencia de ... ese tipo de viajes, el gobierno de Fidel lo había negado tajantemente, no se me ocurrió nada mejor que llamar a una agencia con el pretexto de regalarle una experiencia a mis hermanos y me propusieron un viaje que incluía el vuelo y el transfer hasta una casita con dos chicas cerca del aeropuerto de La Habana. Conté con detalle mis pasos en el periódico y desde la embajada me convirtieron en apestado.

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Han pasado 30 años de aquello y lo mismo me han retirado la maldición, pero, por si acaso, no me arriesgaré. Tampoco pienso jugármela yendo a Estados Unidos. He escrito demasiadas lindezas sobre Trump como para arriesgarme a llegar a un aeropuerto USA y que me manden de vuelta. Aunque con la moda del turismo de experiencias, igual soy un afortunado y debería viajar a los países donde corro peligro de devolución. ¿Qué mayor experiencia que ser detenido, retenido y expulsado?

Se viaja tanto que muchos turistas están aburridos de ver siempre lo mismo y buscan emociones fuertes. Por esa razón ha nacido el 'dark tourism' o turismo oscuro, que se basa en visitar lugares de exterminio, de ejecuciones, de enterramientos, de catástrofes… Hay parques temáticos sobre la muerte, recreaciones de masacres bélicas mientras el público merienda y aplaude, centros de interpretación del sufrimiento, de lo sobrenatural, de los desastres. Las camas balinesas empalagan y los safaris keniatas hastían. Preferimos contratar un paquete completo que incluya Auschwitz, Tour de la Inquisición en Toledo, Chernobil y 'dark tourism' en Trumpilandia.

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