Ideologías de género, «wokismo» y sociedad

Tras su exitosa diseminación inicial por países e instituciones, el «wokismo» está en declive

Germán Larriba

Catedrático de microbiología (jubilado)

Viernes, 17 de enero 2025

Las ideologías que ordenan nuestras vidas evolucionan de forma quasi-darwiniana dentro de los ecosistemas sociales. Pueden surgir de una necesidad por instaurar derechos previamente ... pisoteados (i.e., antirracismo), pero también ser utilizadas como trampolines por oportunistas que, cabalgando sobre ellas, han obtenido privilegios elitistas en una sociedad en la que habían fracasado. En España, las corrientes ideológicas feministas llegaron tarde, y lo hicieron de la mano de la izquierda radical cuando muchos derechos se habían equiparado y la igualdad de oportunidades entre ambos sexos había sido, en buena medida, establecida. Y no aterrizaron solas, sino amalgamadas con otras ideologías tales como la de género, ecologismo, cambio climático, antirracismo, anticolonialismo, etc. Se trata de manifestaciones parciales de una ideología general («woke») de raíces antirracistas y tendencia comunistoide en un nuevo intento de la humanidad por acabar con las injusticias sociales.

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El género (del inglés «gender») es un concepto más complicado que el sexo, ya que, a diferencia de este último, acoge generalmente factores sociales, psicológicos, y ambientales que dependen de la sociedad en donde se desarrolla el individuo, al estipular esta última los roles, expectativas, e identidad de cada sexo. Estos factores causan diferencias entre individuos (particularmente en humanos) a través de complicados mecanismos cerebrales, mayoritariamente desconocidos y frecuentemente confundidos con los factores biológicos que determinan diferencias sexuales. Por ello, no resulta extraño atribuir a la cultura sentimientos o conductas sexuales que dependen de genes y hormonas. En todo caso, el inimaginable número de posibles outputs derivados de estas interacciones incluye, si no prescribe, la aparición de incongruencias entre el sexo asignado al nacer y el sexo percibido (transgéneros), e incluso la no alineación en la categoría hombre o mujer en una pequeña pero significativa fracción de la población humana (un 1,8% de estudiantes de secundaria en USA se consideraron transgénero en test anónimos). De ahí, las categorías, a veces con fronteras confusas y permeables, de trans-género, bisexual, intersexual, queer (raros, cambiantes), y otros (+) (sin-género, no-binarios, plurales, asexuales, etc.) (TBIQ+). Estas modalidades de género surgen, a mi juicio, de la lotería genética modulada por el ambiente cultural y educativo. Lotería no restringida a asuntos de sexo o género, sino extensible a cualquier otra característica de nuestra especie, tanto física como moral, con los «premios» e «injusticias» que le son consustanciales, siendo por tanto un ingrediente de la propia vida. Conviene comentar que los estudios intrafamiliares clásicos y los análisis genómicos recientes sugieren que la homosexualidad (lesbianas y gais, LG) representada en el 2-10% de la población humana, tiene un componente genético claro, sin que (a diferencia de los TBIQ+), la educación o el ambiente social parezcan ejercer mayor influencia. Desde esta perspectiva, el grupo LGTBIQ+ no sería homogéneo.

Pero, regresemos al «wokismo». En sus versiones más extremas, la ideología «woke» se muestra como una verdadera religión con su sumo sacerdote, sacerdotisas y sacerdotisos, monaguillas y monaguillos, etc, que se esfuerzan por manipular las mentes con una agresividad insoportable. Y que crean chiringuitos para que su grey se sienta satisfecha moral y económicamente, llegando a modificar la gramática (nosotres, elles) o proclamar eslóganes zafios como símbolos de liberación. Luchan por penalizar gravemente los excesos derivados de ciertas tendencias evolutivas de los hombres (lo que es justo), pero mantienen, si es que no impulsan, el derecho de las mujeres a ejercer y abusar de sus performances específicas. Personalmente, no creo que estas formas extremas de ideología feminista o de género, aunque ruidosas, puedan llegar lejos. Y no solo porque que algunas de las estrategias que propugnan atenten contra la igualdad de todos ante la ley (argumento cultural), sino, muy especialmente, porque las mujeres también tienen hijos y los hombres hijas (argumento biológico). Para buena parte de la población, estas excentricidades están totalmente desconectadas del ideario que motivó, en tiempos más convulsos y difíciles, a las verdaderas heroínas en su lucha por la igualdad de los sexos.

Tras su exitosa diseminación inicial por países e instituciones, el «wokismo» está en declive. En lo que al género se refiere, tanto la batalla ideológica como las pretensiones de financiación pública ilimitada de la reafirmación de género en jóvenes trans-género va a necesitar, al menos, innovaciones que mejoren la efectividad de la terapia hormonal y la cirugía, a la luz de dolorosas experiencias fallidas. Recientemente el gigante Microsoft (y otras grandes compañías) ha eliminado la división 'Diversity-Equity-Inclusivity' como respuesta a la irrelevancia que estos conceptos, otrora importantes, están adquiriendo en el mercado. En el mismo sentido discurren diversas legislaciones gubernamentales. En septiembre de 2023, el estado de Texas, USA, prohibió de manera absoluta el uso de los bloqueantes de la pubertad, así como la «hormonación», encaminadas al cambio de sexo antes de los 18 años. Y la victoria de Donald Trump, favorecida por la reacción «anti-woke», alentará y acelerará legislaciones ya en curso en la misma dirección. Entre otras, las que prevengan cambios de sexo oportunistas. Cualquiera diría que el emergente rebote cultural frente a la corrección política prevalente ha afectado incluso al sanchismo, que ha decidido eliminar a los Q+ de las siglas LGTBIQ+. Pero, como sabemos por experiencia, esta decisión ha sido posibilitada, al margen de las corrientes feministas internas del partido, por la escasez de los votos que los Q+ aportan.

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Las ideas que he expresado respecto al sexo, género, e ideologías que los moldean no tienen otra intención que la de transmitir por dónde anda mi mente al respecto, mostrar mis dudas, y reafirmar la conciencia de otros conciudadanos (de ambos sexos) que se muestran perplejos ante los recientes y complejos cambios que nos ha tocado vivir. La condición animal de Homo sapiens ha sido utilizada por muchas ideologías/religiones para avergonzar a ambos sexos (especialmente a la mujer) de sus instintos y conductas más primarias. Nuestra condición cultural invita a identificarlas, racionalizarlas, educarlas, y reconducirlas al servicio de la sociedad. Alentar ahora las jerarquías y el enfrentamiento de los sexos, cualquiera que sea el patrón de dominancia propuesto, no es una opción razonable.

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