Tribuna

El 2 de mayo

Aquel día de 1808 fue un extremeño, Esteban Fernández de León, quien alertó a los alcaldes de Móstoles –antes, en los pueblos había dos alcaldes, uno por el estado noble y otro del común– sobre lo que sucedía en Madrid y firmaron un bando llamando a los españoles a la resistencia frente a los franceses que pasaron de aliados a invasores

Felipe Gutiérrez Llerena

Jueves, 1 de mayo 2025, 23:23

Uno de los grandes historiadores franceses del siglo XX fue Lucien Febvre, padre junto a Marc Bloch de la escuela de los Annales, para quien ... la historia estaba en los textos, pero en los textos humanos, que era tanto como decir en toda obra humana, como años más tarde diría Wolf Vostell, que toda obra humana era obra de arte. Esto me da pie a presentarles un texto que tiene que ver con un hecho histórico y que fue efeméride importante a recordar y celebrar en España. Cuando yo iba a la escuela era fiesta. Con la nueva organización territorial del Estado español (1978) esta celebración pasó a ser el día de la Comunidad de Madrid, pero aquellos hechos los hicieron suyos en su momento todos los españoles y no pueden borrarse de la historia de España. Fueron los comienzos de una nueva Edad, la Contemporánea, en la historia de España.

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El autor de este texto fue presidente de la Diputación, jefe político se llamaban entonces, de la provincia de Badajoz, del partido liberal progresista, que salvando las distancias, podría ser identificado en la actualidad como progresista. Sin embargo, a los progresistas de hoy no les veo firmando un texto tan sentido y patriótico como el que recojo, máxime cuando nos llegan noticias de Madrid que no dejan en buen lugar a las autoridades (Comunidad de Madrid de Isabel Díaz Ayuso frente a Ministerio de Defensa de Margarita Robles, como ariete de Pedro Sánchez) por problemas de celo, protagonismo y lucha política. Pues no quiero pensar que una de las facciones dirimentes no quiera honrar la memoria de aquellos «benditos», como les denominó la Junta de Sevilla (29/05/1808), sino que quiere ser más protagonista que la otra y, mientras, los muertos olvidados. Aquel día 2 de mayo de 1808 fue un extremeño, Esteban Fernández de León, (Esparragosa de Lares, 1748), quien alertó a los alcaldes de Móstoles –antes, en todos los pueblos había dos alcaldes, uno por el estado noble y otro del común– (Andrés Torrejón y Simón Hernández) sobre lo que sucedía en Madrid y firmaron un bando llamando a los españoles a la resistencia frente a los franceses que pasaron de aliados a invasores.

Su recuerdo debería estar por encima de polémicas que buscan, exclusivamente, rédito electoral y político. Evidentemente, en la actualidad nadie busca sangre, sino respeto, concordia y paz con nosotros y con nuestros vecinos, que por lo general es con quienes se tienen los conflictos.

El texto dice como sigue: «Aproximándose el glorioso aniversario del 2 de mayo de 1808, que con justicia celebra la capital de la nación, deber es de todos los españoles ofrecer el tributo debido a las víctimas sacrificadas por la más alevosa tiranía y celebrar un día, cuya memoria es el recuerdo de grandiosos acontecimientos, que forman la historia de un pueblo esforzado, valiente y generoso.

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Abandonada la nación española de sus reyes y príncipes, desmembrados sus ejércitos y entregada a los satélites del gran capitán del siglo, sin Gobierno; sin centro de unión que sistemase un plan de defensa contra numerosas huestes vencedoras en mil combates, el pueblo madrileño fue el primero que en aquel gran día dio la señal de resistencia, al guerrero afortunado, a quien todo cedía, y aunque de pronto quedase vencido en desigual lucha contra soldados aguerridos, brotaron, sin embargo, de sus valeroso pronunciamiento abundantes semillas que produjeron las gloriosas acciones que inmortalizaron al pueblo español.

Un grito de libertad e independencia resonó en toda la península, y el pueblo, sin medios y sin recursos de ninguna especie, trabó la lucha más porfiada y tenaz que jamás han visto las naciones ni se han citado en las historias antiguas ni modernas. De esta unión y de la voluntad más decidida de los patriotas españoles a resistir dominación extranjera, resultaron multitud de hechos heroicos, batallas sangrientas y todos los horrores que consigo trae una guerra asoladora que por seis años desbastó esta hermosa península, cuyos habitantes dieron a conocer al mundo entero que se hallaban poseídos de aquella intrepidez y valentía con que sus antepasados arrojaron de este suelo privilegiado a los árabes, sellando con su sangre un triunfo que hará para siempre memorable la época en que los españoles recobraron sus antiguas leyes, sus costumbres y sus privilegios que el despotismo hizo caer en desuso.

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Animado de estos sentimientos, y contando con las inspiraciones patrióticas de los buenos ciudadanos invito a todos los ayuntamientos de la provincia para que por medio de una función religiosa se solemnice el próximo 2 de mayo, tributando honores fúnebres a las ilustres víctimas del pueblo madrileño, entre las cuales se leen los nombre de los insignes Daoiz y Velarde, a cuya heroica voz y noble ardimiento contestó el eco de la península con las palabras patria y libertad; y como desde entonces hasta la reciente conclusión de la guerra civil no ha cesado el rudo combate de la luz y las tinieblas, deben los sufragios hacerse extensivos a los que han exhalado su último aliento, ya en los cadalsos, ya en el campo de honor, exponiendo generosamente sus vidas en defensa de los principios liberales a tanta costa cobrados. Badajoz 25 de abril de 1842. Cayetano Cardero». (Boletín Oficial de la Provincia de Badajoz, 27/04/1842)

A final del texto, como vemos, el jefe político extiende su homenaje también a los muertos en las guerras carlistas, a las que denomina guerra civil, pues así fueron, y más crueles, probablemente, que la tan presente última Guerra Civil (1936-1939). Cardero no hace distinción, pues todos eran españoles. En la España de hoy, lamentablemente, hay quienes hacen distinción entre muertos. Pero al final, siempre igual, como escribió Gustavo Adolfo Bécquer: «¡Dios mío, que solos/ se quedan los muertos!» (Rima LXXIII).

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