Parece que esta Navidad vamos a dejar que el azar tome algunas decisiones, confiando en que la suerte esté de nuestra parte. Queremos celebrar estas ... fiestas, pensamos que nos lo merecemos después de tantos meses de angustia, con solo un respiro durante el verano. Pero si creemos que el espíritu de la Navidad va a evitar que nos contagiemos, estamos apañados. Aunque habrá familias que se sacrifiquen y no se reúnan estas fiestas por miedo a que sus seres queridos se contagien, la mayoría tenemos la intención de comer y cenar con los familiares y 'allegados'. Sin embargo las reuniones no serán como las de los años anteriores, trataremos de tener presente que el virus se ha cobrado ya mil vidas en Extremadura y más de 47.000 en España e intentaremos ser responsables, guardaremos la distancia en la mesa, no compartiremos platos, no nos besaremos ni abrazaremos para felicitarnos, en lugar de colocarnos el gorro de Papá Noel nos pondremos la mascarilla y dosificaremos el consumo de alcohol (que no de hidroalcohol) para que no se nos suba a la cabeza y nos haga olvidarnos de lo que nos jugamos en estas fiestas navideñas.
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Conscientes de que no podemos tirar por la borda lo que hemos conseguido en las últimas semanas, intentaremos tomar todo tipo de precauciones, muchos incluso han pedido ya cita para hacerse la PCR antes de viajar a juntarse con su familia. Pero otros están pensando en saltarse las restricciones, como los jóvenes y no tan jóvenes que ya están organizando reuniones con su grupo de amigos (casi siempre de más de diez) en un recinto, al que llegarán antes de la una de la madrugada y no volverán a salir hasta que a las seis se acabe el toque de queda. ¿Irresponsables? Sin duda. Es como si no les importara echar a suertes un posible contagio, porque el alcohol circulará libremente y no tienen intención de seguir las recomendaciones de distancia social. Aunque quizás son conscientes de que habrá una tercera ola de la pandemia a mediados de enero, su imprudencia les lleva a pensar que se contagiarán solo los otros y si les toca a ellos, pues que sea lo que Dios quiera y que les quiten lo bailao...
Las autoridades sanitarias temen este tipo de fiestas y por eso nos han pedido que en Navidad nos quedemos en casa, que salgamos lo mínimo, que merece la pena hacer el esfuerzo porque hemos visto las consecuencias de saltarnos las normas sanitarias.
Al pensar en lo extrañas que serán las comidas navideñas este año me viene a la memoria la inquietante película 'El ángel exterminador', de Luis Buñuel. ¿La recuerdan? Los invitados a una cena en una mansión de la calle Providencia disfrutan de la velada, pero a la hora de salir de allí y volver a sus hogares, por alguna inexplicable razón no pueden salir del salón y deciden quedarse a dormir en la casa de los anfitriones. Y allí permanecen recluidos y angustiados porque son incapaces de salir, y la casa es declarada en cuarentena como si fuera una epidemia. Y ahora nosotros nos agobiamos porque no nos atrevemos a salir de casa por temor a ese invisible virus que nos acecha fuera y amenaza con contagiar a los que más queremos.
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Esperemos que estas fiestas, tan surrealistas como la película que Buñuel estrenó en España en diciembre de 1962, tengan un final feliz y no se conviertan en una pesadilla para nadie.
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