Cultura y política

Codicia y ausencia de ejemplaridad

FELIPE TRASEIRA

Jueves, 23 de febrero 2023, 09:01

En medio de la crisis económica que nos golpea, asistimos atónitos a la espectacular subida de sueldo del presidente de la patronal española (CEOE), Antonio ... Garamendi, de 350.000 a 380.000 euros anuales. En el plano legal, nada hay que criticar, pues Garamendi trabaja para una entidad privada y, por lo tanto, esta es libre de pagarle lo que crea conveniente. Este tipo de sueldos está en función de la rentabilidad que generen, es decir, de los beneficios económicos obtenidos. Es también el caso de deportistas, artistas o comunicadores de los medios de comunicación, quienes pueden llegar a ganar sueldos astronómicos porque meten mucho dinero en los bolsillos de sus empresas o patrocinadores.

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El sueldo del empresario vasco clama al cielo no solo por su elevada cuantía, sino principalmente por las circunstancias sociales y económicas de España en el momento presente. Se produce después de que se negara a subir el salario mínimo interprofesional (SMI), argumentando que tal subida podría dañar el crecimiento económico al verse afectados la creación de empleo y los márgenes de beneficio de las empresas. Esta cicatería negando el incremento del SMI contrasta con la diligencia con que aceptó la subida de su propio salario –ya de por sí elevado– , en momentos en que la ciudadanía está siendo azotada por la inflación, el llamado ‘impuesto de los pobres’, pues naturalmente afecta a estos más que a los ricos.

El gobierno de socialistas/podemitas no ha dejado pasar la ocasión de la impopular subida salarial de Garamendi para atacar a los empresarios, tildándoles de egoístas e insolidarios, en su tradicional estrategia de dividir a la sociedad entre buenos y malos, ricos y pobres. Tal es su progresismo vacuo e inconsistente. En realidad, esta actitud sectaria y demagógica lo que consigue es espantar a los inversores extranjeros y alarmar a los empresarios españoles, contribuyendo al aumento de las desigualdades y al deterioro de la democracia. Empresarios y trabajadores son quienes crean la riqueza de un país y ambos son necesarios. Es cierto que la riqueza generada por el capitalismo «no siempre se distribuye igualitariamente», como ha reconocido el empresario y filántropo Howard Buffet. Pero para repartirla, antes hay que crearla. A esto es a lo que se refería el pensador Antonio Escohotado cuando afirmaba: «Siempre tuve claro que en cuestión de riqueza lo fundamental es producirla no repartirla». Pero las soflamas de quienes hoy nos gobiernan nos conducen a dictaduras populistas, donde la inflación no es de dos sino de tres dígitos. Solo las democracias representativas, al respetar la propiedad privada, los derechos de los trabajadores y los beneficios legítimos de los empresarios así como la garantías jurídicas de su actividad, pueden distribuir más equitativamente la riqueza. Es en el capitalismo de nuestros días, regulado por democracias representativas, donde los trabajadores han mejorado sin necesidad de embarcarse en revoluciones, como preconizaba Marx, y ello gracias a su esfuerzo pero también al de muchos empresarios ejemplares. La codicia de Garamendi les ha hecho un flaco favor.

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