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GASPAR MEANA

Votar en contra

EL ZURDO ·

Antonio Chacón

Badajoz

Domingo, 21 de mayo 2023, 07:53

El próximo domingo, estamos convocados a unas elecciones que trascienden lo autonómico y municipal y se presentan como una primera vuelta de las generales previstas ... para otoño y un plebiscito sobre el Gobierno de coalición. El mismo Pedro Sánchez y demás líderes políticos nacionales se las están tomando así.

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El jefe del Ejecutivo está aprovechando la campaña para sacar pecho por la aprobación de leyes como la de vivienda o para ofertar, cual mercader de un bazar, medidas más electoralistas que electorales, como un Interrail nacional y un descuento del 50% en el europeo para los jóvenes y entradas al cine a dos euros para los jubilados.

Por su parte, el PP y Vox han convertido la campaña en un tiro al pato cojo de Sánchez y no dudan en utilizar lo que sea contra él, incluso en instrumentalizar, una vez más, a las víctimas del terrorismo etarra. Al respecto, Isabel Díaz Ayuso se lleva la palma. Por un puñado de votos, la presidenta madrileña es capaz de tachar la justicia social de «invento de la izquierda» o de afirmar que ETA «está viva» y «en el poder». Su mayor arma electoral, que ya le proporcionó pingües réditos en las urnas en 2021, es su antisanchismo recalcitrante, tras el que esconde su vacuo programa y su errática gestión.

En estos tiempos de incertidumbre, las fobias y las protestas movilizan más al electorado que las filias y las propuestas, las invectivas exaltan más a las masas que las promesas y, por tanto, los castigadores como Abascal o Ayuso atraen fatalmente más que seductores como Sánchez. En fin, los vengadores tienen más fanes que la liga de la justicia, porque un grueso de la ciudadanía acude a votar con más ánimo de revancha que esperanza, más cabreado que ilusionado, esgrimiendo su papeleta como una penitencia contra el 'establishment' político, contra eso que Podemos bautizó como 'casta'. No vota a favor, sino en contra de alguien. Es el fruto amargo de lo que, en un artículo publicado en 'Letras Libres', el historiador David A. Bell llama el triunfo de la antipolítica, entendida como oposición al sistema político existente.

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El primer acto de rebeldía es decir no. La extrema izquierda canalizó y catalizó esa rebeldía en la pasada década tras la crisis de 2008, pero ahora es la extrema derecha la que cabalga sobre la desafección política del pueblo y agita la bandera antisistema, aunque su rupturismo es retórico, amén de excluyente. En cambio, la izquierda es ahora la 'conservadora', en el sentido de que lucha por conservar el estado de bienestar que la derecha pretende recortar.

No obstante, como lamenta Bell, la antipolítica se ha consolidado en la derecha y la izquierda, que, instaladas en absolutismos morales, se niegan a hacer política de verdad, es decir, a deliberar, a buscar el bien común y a llegar a acuerdos sobre asuntos públicos relevantes con quienes no piensan como ellos. Para Bell, la mayor amenaza contra la democracia es que la negación de la diferencia legítima se solidifique en una ideología que solo admite un punto de vista permisible sobre cuestiones clave y juzga intolerables a todos los que no lo comparten. «Tales sistemas de pensamiento, reforzados por la repetición constante en los medios de comunicación y por las organizaciones de los partidos políticos, han conducido una y otra vez no solo a la erosión de las sociedades democráticas, sino a su destrucción», advierte Bell, pues, como dijo Foucault, dándole la vuelta a la cita de Clausewitz, la política se convierte en la continuación de la guerra por otros medios.

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