La UE se 'austrohungariza'

Antonio Chacón

Badajoz

Domingo, 18 de febrero 2024, 08:22

A la Unión Europea se le está poniendo cara de Imperio austro-húngaro justo antes de la Gran Guerra, al menos como lo retrataba el ... escritor austriaco Stefan Zweig en 'El mundo de ayer', obra autobiográfica que inicia así: «Si busco una fórmula práctica para definir la época de antes de la Primera Guerra Mundial, la época en que crecí y me crie, confío en haber encontrado la más concisa al decir que fue la edad de oro de la seguridad».

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De manera similar se puede describir la época vivida por la UE desde su nacimiento. Sin embargo, hay señales que alertan del creciente riesgo de que acabe implosionando como el Imperio austro-húngaro. La primera fue el 'brexit', el primer gran triunfo del nacionalpopulismo rampante, ese que reivindica la recuperación de estados naciones fuertes y que se ha propagado como un virus por el Viejo Continente y el Nuevo.

La segunda es la creciente presión migratoria que sufre Europa, lo que ha aguijoneado los discursos xenófobos nacionalpopulistas. Estos alimentan el miedo en la ciudadanía con noticias sensacionalistas y 'fakes news' que generan una percepción de inseguridad, a fin de crear un estado de opinión proclive a la mano dura y la tolerancia cero contra los migrantes, sobre todo musulmanes, a los que señalan como potenciales criminales o terroristas.

Los nacionalpopulismos también espolean la inseguridad económica y social atacando el estado de bienestar, hijo del matrimonio de conveniencia entre la democracia y el capitalismo. Ponen en cuestión su sostenibilidad no culpando a la desregulación económica que propició los excesos del capitalismo que desembocaron en la gran recesión de 2008, sino a la universalización de los servicios que presta (educación, sanidad, pensiones, prestaciones por desempleo, subsidios…), es decir, a los «excesos» de la democracia. Ellos defienden una suerte de democracia censitaria o restringida a los nativos y trabajadores que prive de los derechos sociales y las «paguitas» a migrantes y «clases parasitarias».

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La tercera señal de alerta es la guerra en Ucrania, que acrecienta la sensación de vulnerabilidad de la Unión y, por ende, da alas al militarismo nacionalpopulista. Una sensación que aumentará si Trump vuelve a la Casa Blanca, pues ya ha advertido a los miembros de la OTAN que «alentaría» a Rusia «a hacer lo que quisiera» con los países aliados que son «morosos».

En definitiva, la falta de seguridad (ciudadana, económica, social o militar), ya sea real o percibida, es el huevo de la serpiente nacionalpopulista que socava los cimientos de la UE.

El recientemente fallecido expresidente de la Comisión Europea Jacques Delors sostenía: «No basta con ser un gran mercado para influir en el devenir del mundo. Se necesita también poder político y militar. Una Unión que rehúya de sus responsabilidades y ambiciones en el mundo, no vivirá en paz, no será capaz de proteger a sus hijos». Estoy de acuerdo, pero añado que la UE también necesita cohesión social para resistir a las amenazas exteriores y, sobre todo, a las interiores, como los nacionalpopulismos, y esa cohesión social la garantiza un estado de bienestar fuerte, pues es el mejor antídoto contra el miedo al lograr el difícil equilibrio entre libertad y seguridad. Ya lo dijo Franklin Delano Roosevelt, gran promotor del estado de bienestar en EE UU: «Hay que liberar a la gente del miedo. Si se tiene miedo no se puede ser libre, y el miedo es el resultado de la inseguridad. La seguridad nos hará libres».

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