Mientras salga agua del grifo

EL ZURDO ·

Antonio Chacón

Badajoz

Domingo, 23 de abril 2023, 09:06

Cada día hay más evidencias de que el cambio climático es ya una emergencia. No es que urjan medidas para frenar el calentamiento del planeta, ... es que ya vamos tarde, muy tarde. Ayer se celebró el Día Internacional de la Madre Tierra y la víspera la Organización Meteorológica Mundial (OMM) presentó un diagnóstico sobre la salud terrestre que no puede ser más preocupante. Nuestra 'mater' amatísima está para entrar en la UCI. El cáncer de pulmón que le hemos provocado con nuestros malos humos ya es metastásico y se propaga de manera galopante. Y la fiebre no cesa de subirle: los últimos ocho años fueron los más cálidos de la historia y sus efectos «durarán milenios», advierte la OMM.

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Los científicos y conservacionistas tienen la boca ya seca de alertarnos sobre el gravísimo estado de nuestra malquerida Gea. Mas seguimos sin prestarles la atención debida y viviendo por encima de nuestras posibilidades ecológicas. Y eso que no hace falta irse muy lejos para constatar los efectos de la crisis medioambiental. En España ya sufrimos veranos cada vez más largos y tórridos, sequías cada vez más pertinaces, lluvias cada vez más escasas pero torrenciales cuando caen... Aun así, hay políticos miopes, negacionistas y escépticos climáticos que no ven más allá de su cartera, que, por arañar un puñado de votos agrícolas y saltándose a la torera las advertencias de los expertos y la UE, plantean en plena sequía propuestas irresponsables que son agua para hoy y sed para mañana, como la legalización de regadíos en Doñana, cuyo acuífero ha sido esquilmado al permitirse su sobreexplotación por una agricultura tan intensiva como invasiva. Pero el problema, aunque ahora atraiga el foco mediático y sirva de arma electoral arrojadiza, viene de lejos y poco se ha hecho hasta el momento para solucionarlo, como explica Datadista en una investigación profunda y profusa en datos y detalles.

Con todo, la mayoría de la ciudadanía no es consciente no solo de la que se avecina, sino de la que ya tenemos encima. Y la razón principal es que el agua sigue saliendo del grifo de casa. Cierto que ya notamos la sequía en los bolsillos, porque, al agostar cosechas y, por tanto, reducir la oferta de ciertos alimentos, contribuye a aumentar la inflación. Sin embargo, ese efecto, al ser indirecto, apenas es percibido. Al menos en la España llena, porque en la vacía y vaciada ya empiezan a sufrir restricciones de agua y a saber lo que es abrir el grifo y que salga un líquido marrón o peor, fango.

Y mientras aumenta la escasez de agua dulce, para gozo de especuladores, pues el ya conocido como oro azul cotiza en bolsa, sube la de los mares por el deshielo de los glaciares. La consecuencia es que menguan los lugares del mundo habitables y, por ende, crece la emigración de quienes huyen de sequías y hambrunas en el pobre sur hacia las tierras de promisión del rico norte. Y eso no hay vallas ni gendarmes que lo paren.

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En fin, la crisis climática no es una más, es la madre de las crisis, alfa y omega de todas las demás: económicas, sociales, políticas... La ONU lo avisa en su web: «De la salud de nuestros ecosistemas depende directamente la salud de nuestro planeta y sus habitantes. Restaurar aquellos que están dañados ayudará a acabar con la pobreza, a combatir el cambio climático y prevenir una extinción masiva. Pero solo lo conseguiremos si todo el mundo pone de su parte». Esa es la cuestión, pero me temo que no lo haremos hasta que el agua dulce deje de salir del grifo y la salada la tengamos al cuello.

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