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La mancha de mora

EL ZURDO ·

Antonio Chacón

Badajoz

Domingo, 10 de diciembre 2023, 08:20

Podemos finalmente consumó su divorcio de Sumar. Se veía venir, era algo con lo que venía amenazando desde antes de las elecciones del 23-J, ... a las que acabó por acudir de la mano de Yolanda Díaz a regañadientes. Para más inri, tuvo que tragarse el sapo de que su lideresa consorte, Irene Montero, fuera excluida de las listas electorales y de ministrables.

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Por si fuera poco, una vez investido Pedro Sánchez y reeditado el Gobierno de coalición, Díaz dejó sin portavocía en el Congreso y sin cartera a los morados, al negarse estos a aceptar a Nacho Álvarez como titular de Derechos Sociales, pues ya no lo consideraban de los suyos, sino un fiel a la vicepresidenta segunda. Hay que reconocer que Díaz ha hecho poco por retenerlos. Al no darles ni agua, los ha invitado a irse al Grupo Mixto, en el que tendrán la visibilidad que les negaba la líder de Sumar, amén de interlocución directa con el PSOE, que ahora deberá negociar todo también con ellos. No obstante, la secretaria general nominal de Podemos, Ione Belarra, ha tranquilizado a los socialistas garantizándoles la estabilidad del Gobierno. Arguye que solo quieren «hacer política con medidas ambiciosas». Forma eufemística de decir que los de Sumar son unos blandos negociando y que ellos son los únicos capaces de sacarle la pringue al PSOE, al estilo de sus amigos independentistas catalanes.

El problema es que, con todo lo feministas que sus dirigentes alardean ser, la forma de hacer política de Podemos durante sus años en el Ejecutivo ha sido testosterónica, agresiva, más impositiva que propositiva, convirtiendo cualquier negociación en una guerra, en un pulso. El epítome de esa forma de hacer política machirula es, paradójicamente, la 'ley del solo sí es sí'.

El gran acierto de esta norma –poner el consentimiento en el centro de las relaciones igualitarias entre mujeres y hombres– ha sido opacado por sus clamorosas lagunas jurídicas, que han abierto las puertas de la cárcel antes de tiempo a condenados por agresiones sexuales. Una lagunas jurídicas de las que son corresponsables tanto el resto del Gabinete de Sánchez como los grupos parlamentarios que la aprobaron, por amplia mayoría, sin poner peros. No obstante, la responsable primera y última como ministra de Igualdad y promotora de la ley, Irene Montero, se negó a reconocer su error y a enmendarla para acabar con sus «efectos indeseados». Esa soberbia adanista de Montero, Pablo Iglesias –quien, convertido en un Jiménez Losantos de izquierdas, sigue moviendo los hilos de su criatura desde su púlpito mediático– y compañía ha sido la perdición de Podemos, porque lo ha convertido en un partido antipático, un Grinch que genera rechazo incluso en muy buena parte del electorado progresista, como muestran los últimos resultados electorales.

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Por tanto, la supervivencia de la izquierda a la izquierda del PSOE dependía de un cambio de estrategia que Díaz supo atisbar, pero que la ceguera de poder le impedía ver a Podemos, que se resiste a asumir el papel de comparsa que, por ejemplo, sí ha aceptado IU desde 2016 anteponiendo, en la mejor tradición de Anguita, los programas a las siglas y las sillas.

Con todo, se me antoja que para Díaz también es un alivio haberse librado de Podemos, tanto como de un dolor de muelas o un lastre. La mancha de mora con otra verde (o magenta) se quita. Es probable que estemos asistiendo al canto de cisne de la formación morada, un canto que durará lo que dure la legislatura. Después, me temo, seguirá el camino de Ciudadanos.

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