Opinión

'Dies irae'

EL ZURDO ·

Antonio Chacón

Badajoz

Domingo, 19 de mayo 2024, 08:27

El intento de magnicidio del primer ministro eslovaco, Robert Fico, ha sacudido el Viejo Continente en vísperas de las elecciones europeas y con ... una guerra enquistada en su puerta oriental. Nada justifica ese atentado, pero lo cierto es que el nacionalpopulista Fico ha contribuido con su retórica incendiaria y polarizadora, sus ataques a la prensa y la justicia y su discurso euroescéptico, prorruso, xenófobo, LGTIB-fóbico y misógino a caldear los ánimos en un país que la ex secretaria de Estado de EE UU Madeleine Albright describió como el «agujero negro» de Europa.

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Fico recuperó el poder en otoño de 2023, tras gobernar su nación entre 2006 y 2010 y de 2012 a 2018. Ese año dimitió tras el asesinato a balazos del periodista Ján Kuciak y su pareja, Martina Kušnírová, lo que desató una ola de protestas. Kuciak había destapado vínculos entre el partido del primer ministro, Smer-SD, y la mafia italiana. De hecho, tras su regreso al Ejecutivo, Fico y sus aliados ultras han aprobado una reforma exprés del Código Penal que rebaja las penas de delitos graves y abole la Fiscalía Especial, que investigaba los casos más importantes de corrupción, así como los asesinatos de Kuciak y Kušnírová. A su vez, en junio cerrará la radiotelevisión pública RTVS para reemplazarla por un nuevo ente al servicio del Gobierno.

Sin embargo, este hombre que durante su carrera ha virado desde el comunismo hasta la extrema derecha, pasando por la socialdemocracia, volvió a ganar las elecciones con una campaña de desinformación al estilo Trump, en la que eludió y ninguneó a los periodistas, a los que tacha de «prostitutas antieslovacas», y se dirigió directamente a sus seguidores a través de vídeos en redes sociales. Porque, como explica el periodista José Antonio Zarzalejos en una entrevista con 'Ethic', «la prensa es el primer enemigo del populismo», su intermediación entre el líder y el pueblo «les resulta incómoda», pues «escruta y cumple un papel de contrapoder».

En fin, Fico es de la misma ralea que el húngaro Orbán, la italiana Meloni, la francesa Le Pen, Alternativa para Alemania, Trump, el argentino Milei o Vox. Todos ellos forman una suerte de internacional ultra y van camino de crear un banco mundial de la ira. En 'Ira y tiempo', Peter Sloterdijk hace una equivalencia de la ira con el dinero: la ira se puede llevar a un banco, donde debería dar intereses, como autoestima. El filósofo alemán explica que en el siglo XIX los partidos de izquierda funcionaban así, «pero el banco de ira de la izquierda ahora no puede pagar intereses» a quienes confiaron en ellos. Ese desencanto con la izquierda ha empujado a una legión creciente de ciudadanos a depositar su ira en los partidos de ultraderecha. Una ira que estos canalizan, fundamentalmente, hacia izquierdistas, migrantes, feministas o el colectivo LGTBI, a los que utilizan de chivos expiatorios a los que culpar de los males de la sociedad, males que, en muchas ocasiones, magnifican para justificar la necesidad de sus remedios de cirujanos de hierro.

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De ahí que Fico y compañía necesiten azuzar continuamente esa ira, pues le reporta pingües réditos electorales. Como dice Zarzalejos, «la polarización no está en la sociedad, es una creación de la clase dirigente, porque es un modelo de negocio». El problema es que al ser muy rentable electoralmente lo están copiando partidos considerados centrales y sistémicos como el PSOE y el PP, lo que contribuye a avivar la ira ciudadana y, por tanto, la polarización. Una irresponsabilidad que acrecienta el riesgo de que esa ira se desborde y degenere en un 'tsunami' de violencia política como el que inundó la Europa de entreguerras.

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