Felip Ariza
Opinión

El cáncer nacionalpopulista

EL ZURDO ·

Antonio Chacón

Badajoz

Sábado, 15 de junio 2024, 23:01

Ayer sábado, este diario publicó una entrevista con la biofísica Eva Nogales en la que cuenta que «hemos evolucionado para tener un sistema inmunológico ... impresionante, que combate patógenos en algunos casos sin darnos cuenta o con un mínimo efecto». Pero advierte: «Los patógenos también evolucionan. Es una lucha constante».

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Nogales también explica que «un cáncer es una célula que se ha olvidado de lo que es, que ha perdido su función y lo único que hace es dividirse y consumir nutrientes y desplazar las células que sí están haciendo su función. Ha perdido su identidad, ya no hace su trabajo. Es como un virus, que sólo se reproduce a sí mismo».

Al leer estas frases no he podido evitar comparar nuestro organismo con la democracia y el cáncer con el votante nacionalpopulista. En efecto, el sistema inmunitario de nuestra democracia, cuyos pilares son el principio «una cabeza, un voto», la división de poderes y el Estado de derecho, es también impresionante y efectivo contra todo tipo de patógenos. Pero estos también evolucionan, por lo que la lucha por la democracia es una lucha constante, no la podemos dar por terminada nunca. Ahora nuestra democracia se enfrenta a una nueva familia de patógenos en auge: los nacionalpopulismos. Estos infectan las células democráticas (los ciudadanos) hasta transformarlas en cancerosas y se valen de las redes sociales y las urnas para producir metástasis, es decir, para propagarse por órganos vitales del sistema democrático: desde el Parlamento al Gobierno, pasando por la judicatura y los medios de comunicación.

Los nacionalpopulismos no son 'a priori' tan agresivos como los fascismos, virus con los que están emparentados, pero a largo plazo pueden provocar daños igual de graves en el organismo democrático. Dice Nogales que «el cáncer no es una enfermedad, son miles; hay muchos tipos de cáncer que además difieren de un paciente a otro». Lo mismo se puede decir de los que generan y desarrollan los nacionalpopulismos. No obstante, comparten rasgos comunes, aunque el principal es que señalan como enemigos a todos los que no encajan en su particular lecho de Procusto y los culpan sin pruebas fehacientes de los males que aquejan al cuerpo social.

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Sin embargo, son precisamente los patógenos nacionalpopulistas los que suelen agravar, si no provocar, esos males. Es más, pueden incluso causar enfermedades autoinmunes, o sea, alteraciones por las cuales el sistema inmunitario del cuerpo democrático ataca y destruye los propios órganos y tejidos sanos en vez de protegerlos. Eso ocurre, por ejemplo, cuando el resultado electoral lleva al corazón o al cerebro del organismo democrático a los nacionalpopulistas y otros patógenos políticos como los secesionistas. También cuando los poderes del Estado se enfrentan entre ellos, en especial cuando colisionan el Ejecutivo y el Judicial. O cuando se retuerce el Estado de derecho para imponer determinadas leyes de dudosa constitucionalidad para satisfacer intereses particulares. O cuando se pretende proteger la democracia de bulos, posverdades y máquinas del fango «poniendo coto» a los medios de comunicación, pues al final conlleva recortes a la libertad de expresión. El problema es que la mayoría de las enfermedades autoinmunes producen inflamación en muchas partes del cuerpo con el riesgo de que colapse.

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