Roberto 'el italiano' ya es de Mérida
Comercio. Dejó su litografía de Milán por Almendralejo tras conocer a su novia en Torremolinos y montó en quince días un bazar en Moreno de Vargas que cumple ahora treinta años
Los vasos de chupitos los trae hoy. También el cubo de basura de sesenta litros. Las perchas de color crema que no dejan picos en ... las camisas. Las ocho bolsas de mopas que le encargó el del bar de San Francisco.
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Ya en la cochera, le hace una señal un vecino que baja por Moreno de Vargas. ¡Es que iba a tu tienda a por pilas¡ Y Roberto se baja del coche, cierra la cochera, vuelve a la tienda, abre la puerta, coge una muestra y se las da. Noventa céntimos.
Viendo la lista de pedidos diarios que trae de los almacenes de Almendraejo, el entusiasmo desde que uno pisa el umbral y el orden de las tres mil referencias en los ochenta metros cuadrados, se entiendel el revuelo que ha formado su treinta aniversario entre los vecinos.
El 1 de diciembre puso Roberto un mensaje en el grupo de whatsapp de la asociación de comerciantes de Mérida. «Hoy hace treinta años que abrí». Una compañera del grupo lo puso por las redes y se lió. Retahíla de halagos. Hasta el Ayuntamiento le felicitó. La tienda Roberto el Italiano es hoy una referencia en Mérida.
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No es fácil que un autónomo haga marca propia en el centro. De alquiler y compitiendo con los concesionarios reconvertidos en bazares grandes de las afueras. «Las tiendas de barrios se están perdiendo y creo que eso no es bueno para la sociedad». Y traza un paralelismo Roberto con los bancos. De tanto digitalizar y despersonalizar servicios han expulsado a clientes que se sienten desubicados. «Hay gente mayor o vecinos que vive solos y en las tiendas pequeñas socializan. Se sienten seguros y que forman parte de una ciudad». En los grandes almacenes no se bajan del coche y te abren para darte unas pilas. Tampoco te traen los árboles de navidad para mesas de madera... «Te paras a pensar un poco y dices, pues algo habré hecho bien si estoy aquí después de tanto tiempo».
Cree que un comerciante no solo debe buscar el beneficio económico. «Evidentemente estoy aquí para vender, pero lo que realmente me satisface de todo este tiempo es que creo que hago la vida más cómoda a los que entran en mi tienda». Dice que tiene el mismo entusiasmo que el primer día. Y no fue fácil. Llegó a Mérida sin saber nada de español y se puso de cara al público sin entender lo que compraba ni lo que vendía. «La gente me recibió muy bien. Veían que yo me esforzaba y puse mucho empeño».
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Roberto Bellavera nació en Milán. Allí vivió hasta los 22 años. Trabajaba como litógrafo. Reproduciendo obras de arte en oro y plata. Le gustaba su trabajo, recuerda, y su ciudad. Pero su vida cambió en el agosto del 91. Se fue de vacaciones a Torremolinos y allí a conoció a Piedad. Dos años de novios y al final decidió venirse a Almendralejo. «Era más fácil para mí venirme aquí que para ella irse a Milán». El 14 de noviembre del 93 se mudó definitivamente. A través de un contacto le hablaron de las tiendas de veinte duros que se estaban popularizando. Regalos, papelería, hogar, decoración. Un poco de todo a precios económicos. «En el 93 esas tiendas estaban de moda. Se abrieron muchas». Vieron que en Mérida había opciones y eligieron el local de Moreno de Vargas. Quince días después, el 1 de diciembre de 1993 estaba despachando. «Lo pasé muy mal. No podía comunicarme con la gente. Pero me daba fuerza mi mujer. Quería hacerlo bien y quedarme aquí».
Hoy, treinta años después, dice Roberto que en una escala del 1 al 10, su balance roza el diez. «Venía de Milán y podía no haberme gustado Almendralejo. Pero me encanta. Y Mérida también. He construido una comunidad de clientes, vecinos y amigos. He cumplido los objetivos». Por eso puso el mensaje en el grupo.
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