NO quieres a tu pareja si no lo pregonas a los cuatro vientos en las redes sociales? «Buenos días cariño. Te quiero. Me haces inmensamente feliz. Despertarme junto a ti es lo mejor que me puede pasar cada día», un mensaje algo pasteloso acompañado, cómo no, de una fotografía que ha requerido un rato de posado. Pero... si acabas de despertarte junto a él o ella ¿por qué no se lo dices en ese momento con lo cerquita que lo tienes? No entiendo qué necesidad tiene la gente de coger el móvil y difundir en las redes sociales ese enamoramiento. ¿Acaso piensan que ese amor no es real hasta que lo muestran en la pantalla y el resto de la humanidad se entera? ¿O es que les importa más que sus amigos crean que son felices que el hecho de disfrutar el momento?
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Soy de otra generación, seguramente más pudorosa a la hora de mostrar nuestras emociones a diestro y siniestro, y no entiendo el amor en los tiempos de Instagram. No encuentro justificación a ese afán que tienen algunos por exhibirse, y no solo no lo comprendo, es que me daría vergüenza poner comentarios de ese tipo en las redes sociales.
Pero debe ser que no soy moderna, porque visto lo visto, el postureo se ha impuesto a la realidad. Un amigo tiene la teoría de que cuanto más necesidad tiene alguien de poner fotos de su felicidad en Facebook o Instagram, más decepcionante es su vida. Quieren que les envidien por lo felices que «aparentemente» son, y su afán es mostrarse como protagonistas de una vida que posiblemente no sea la suya.
Y ya no se conforman con exhibir sus sentimientos, sino que buscan hacerlo en un entorno cuanto más glamuroso mejor. Por eso para algunos lo más importante de esa escapada romántica es la fotografía que suben a las redes sociales en la que miran arrobados a su pareja disfrutando de un maravilloso paisaje. Antes buscaban un destino cuanto más exótico mejor, porque lo que quieren los amantes de los likes es destacar, ser más que los demás. Pero ahora el coronavirus les ha hecho cambiar el paseo en góndola por Venecia o paisajes de vértigo como 'El púlpito' de los fiordos noruegos por entornos más cercanos. Es algo artificioso, venden humo.
Es todo fuego fatuo. Pero si es por echarle imaginación al enamoramiento, antes que esas mini-historias poco creíbles que nos ofrecen en las redes sociales, prefiero la literatura: «Cuando Antonio y Cleopatra remontaron el Nilo, lo llenaron de tanto amor que el propio río se avergonzó porque no cabía en su cauce», escribió con grandilocuencia Terenci Moix en 'No digas que fue un sueño'.
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O el cine, como cuando en 'El largo y cálido verano', película en la que el tórrido ambiente representa los deseos, Paul Newman le decía a Joanne Woodward: «De acuerdo. Corre y sigue huyendo. Compra un billete de autobús y desaparece. Cámbiate de nombre, tíñete el pelo, piérdete y quizás entonces, solo quizás, te librarás de mí».
O la música: «Te voy a amar hasta hacer palidecer a todos los marqueses de Sade, hasta ruborizar a las prostitutas del puerto, hasta hacer que los ecos pidan piedad, hasta hacer caer los muros de Jericó... te voy a amar», la apasionada canción 'Je vais t'aimer' de Michel Sardou que cantaba Louane Emera.
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Por cierto ¿te he dicho alguna vez que te quiero?
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