La rica sandía de Salvatierra
Puestos de fruta. Los vendedores ambulantes se trasladan en verano a las playas
El aeropuerto de Badajoz debe de ser el único de España donde, justo cuando empieza la terminal, se instala un puesto ambulante anunciando la venta ... de sandías, melones, tomates y otros productos de la huerta. Ese comercio de carretera le da un aire de aeropuerto tropical que a los extremeños no nos llama la atención, pero que sorprende a los turistas y viajeros de negocios.
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Sucede algo parecido en Cáceres con los vendedores ambulantes de cerezas, melones, tomates, higos y ajos de Aceuchal y con el puesto de Domingo Pizarro El Garrovillano, que resume en su instalación ambulante la esencia de la tierra extremeña: criadillas, espárragos silvestres, aceitunas 'machacás', higos de la huerta, almendras naturales, té de los canchales, manzanilla sembrada, orégano natural, tomillo de la orilla del Tajo y algo exclusivo y fundamental: poleo para hacer el gazpacho más cacereño, el blanco y verde. Domingo tiene 84 años y viene desde que tenía nueve a vender desde Garrovillas. Entonces llegaba en burro, vendía piñones y se hospedaba en una pensión de la plaza Mayor. Este invierno, lo multaron con 2.000 euros y Cáceres se escandalizó porque El Garrovillano es una institución en la ciudad.
A los cacereños, la venta ambulante de frutos nos parece algo normal, lógico, habitual porque lo llevamos viendo desde niños y es consustancial con la ciudad, pero los turistas alucinan al encontrarse con los puestos callejeros, una especie de rastro frutero heterodoxo y lleno de tipismo.
Manuel y Julián son dos vendedores ambulantes de fruta que cada verano se van desde Salvatierra hasta las Rías Baixas
En estos días, se acaba la época de la cereza y empieza la temporada alta de los melones y las sandías. En 2023, cada español consumió consumió casi 19 kilos de naranjas, mandarinas y limones. Tras estas tres frutas, comimos plátanos, 13 kilos por cabeza. Siguen las manzanas (8,2 kilos per cápita). Y a continuación, las dos frutas que más nos refrescan el verano desde tiempos inmemoriales: la sandía y el melón. Cada español comió 7,1 kilos, mientras que de melón tomamos un poquito menos: 6,3 kilos.
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La fama de buenos melones se la lleva Villaconejos (Madrid), que tiene incluso Museo del Melón y leyenda melonera: las primeras semillas de melones las trajo al pueblo un soldado desde África envueltas en una tela. Pero en Extremadura sabemos que a melones no nos gana nadie. Tampoco hay mejores sandías que las nuestras. Yo compro melones y sandías a un frutero que trae el producto de Aceuchal. Pero qué decir de los melones de los Guadalperales, de Villalba, de Salvatierra, de Miajadas…
Fue muy comentado e incluso despertó debate el regalo que hace años le hizo la infanta Elena a su padre hospitalizado: un melón extremeño. Según unos, la infanta lo compró, junto con cuatro kilos de tomates, en un parador de Miajadas a una señora llamada Cándida. Según otros, se hizo con el melón en una frutería muy fina de Badajoz y hasta se hizo fotos con el sobrino de una clienta. Sea como fuere, la infanta supo dónde estaban los mejores melones… y tomates.
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En estos días de verano, las playas y mercados de las Rías Baixas son destino de nuestros meloneros ambulantes. En el mercadillo de Vilagarcía de Arousa conocí a Manuel Leva, extremeño de Salvatierra, que seguía una tradición iniciada por sus abuelos y en verano se trasladaba a la ría de Arousa con sus peladillos de Valdivia, sus cerezas del Jerte, sus sandías de Salvatierra y sus ajos de Aceuchal. Y la semana pasada, un amigo gallego me mandó una foto del puesto de Julián, otro vendedor de Salvatierra, que se instala cada viernes en el mercadillo de O Grove. La venta ambulante de fruta forma parte de nuestra idiosincrasia y en el resto de España lo agradecen.
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