Ya no podemos vivir sin ellos ;-)

UNA VIDA PROPIA ·

Marisa García

Badajoz

Sábado, 19 de septiembre 2020, 13:03

España registra un alarmante incremento de la covid, los médicos alertan del posible colapso de centros de salud y hospitales, Israel vuelve a estar confinado desde ayer, la OMS advierte de que este va a ser un otoño duro debido a la pandemia... y entre tantas informaciones desalentadoras que tienen como protagonista al amenazante y mortífero virus, no sé por qué razón –en el puzle de mi memoria aparecen a veces datos sin importancia que una vez leí o escuché–, me he acordado de que los emoticonos celebran hoy su cumple (si estuviese escribiendo un wasap podría ese tan mono de una tartita con sus velitas correspondientes). Será que, como cantaba Alaska hace unos años, «no quiero más dramas en mi vida, solo comedias entretenidas...» y prefiero evadirme pensando en otras cosas y alejarme un poco de esta realidad que a ratos nos agobia.

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Volviendo a la fecha que comentaba, el 19 de septiembre de 1982 el experto en redes neuronales Scott Fahlman publicó los primeros emoticonos en el tablón de anuncios de la Universidad Carnegie Mellon, en Pittsburg (EE UU). Parecía una bobada, pero :-) y :-( fueron los primeros emojis, dos elementos gráficos que él pretendía que sirvieran para distinguir cuándo un texto era en broma y cuando en serio. Y resulta que una cosa tan simple nos está siendo útil en estos tiempos de prisas en los que recibimos decenas –a veces hasta cientos– de wasaps al día. Te mandan un mensaje y no hace falta que te enrolles con la respuesta. Si una amiga te escribe contándote que una conocida ha pillado al marido acostándose con otra, puedes contestarle con un simple emoticono –el de una carita frunciendo el entrecejo y echando humo por la boca o el de color naranja con cara de mala leche– y ya sabrá lo que piensas al respecto sin tener más que añadir. O si te cuenta que se marcha de viaje para evadirse durante el fin de semana y tú le respondes con la bailarina flamenca con la melena al viento vestida de rojo con los volantes levantados por encima de la rodilla y taconeando, seguro que entenderá que tu intención es decirle: «¡A divertirse!, ¡que te quiten lo bailao!»... Si estás de acuerdo con lo que te cuentan es más fácil contestar con un puño cerrado con el pulgar hacia arriba; si quieres dar la enhorabuena a alquien, le aplaudes; si quieres desearle suerte, le mandas un trébol de cuatro hojas, si quieres decirle «te quiero» envías un corazón y si te hace gracia lo que te ha mandado colocas el muñequino que está llorando de risa.

Admitámoslo, ya no podemos vivir sin ellos, y tal vez utilizar los emoticonos es una forma de sentirnos más cerca de nuestros interlocutores en unos momentos en los que la presencia física se hace cada vez más complicada. Nos vemos y nos tocamos menos, y nos da la impresión de que si la persona que está al otro lado del móvil nos envía una carita sonriente es porque está sonriendo y eso la acerca más a nosotros. Es algo simple y práctico. Hay incluso estudios que dicen que el uso o no de emojis en las conversaciones de WhatsApp define rasgos de nuestra personalidad y afirman que las personas que utilizan emoticonos tienden a ser más simpáticas que las que no los usan. Pues si es por esa razón, debo ser una persona muuuuy sociable. Claro, que también podría ser que fuera perezosa para escribir... o que me resulta más sencillo utilizar los emoticonos en los mensajes porque a cierta edad en la pantalla del móvil se distinguen mejor los dibujinos que las letras, ¿a ustedes no les pasa también?

Me gustaría despedirme mandándoles un emoticono guiñando un ojo y con un beso del que sale un corazón, así que dense por besados.

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