Piornal recuerda a su primera niña Jarramplas
El pueblo evoca estos días a la primera mujer que vistió el traje típico. «No es tan distinto salir para los niños y para los mayores», rememora ella
adie le discute a María Hernando, 27 años, periodista, su condición de primera piornalega en vestirse de Jarramplas para recibir el diluvio de nabos lanzados ... por adultos. Ocurrió el pasado día 19, una jornada para el recuerdo en el pueblo porque unas horas después hizo lo mismo otra paisana de la misma quinta, María Torralvo, futura opositora a la Policía Nacional. En realidad, las dos podrían compartir el cartel de pionera, porque si una salió antes que otra fue porque así lo determinó un sorteo. Nunca antes en la historia de esta fiesta declarada de interés turístico nacional una mujer se había expuesto a esa alegre lapidación vegetal por parte de los mayores. Pero precisamente ese logro y su difusión mediática a escala nacional han motivado que en la localidad cacereña (1.485 habitantes, la más alta de la región, a 1.175 metros de altitud) se esté hablando estos días de Tamara Fernández.
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Ella fue la primera piornalega en salir a la calle vestida del personaje protagonista, hace más de dos décadas. Lo hizo no para exponerse a los nabazos de los adultos, sino para que le lanzaran el tubérculo los menores de 16 años. Pero rompió una brecha de género que estos días está dando que hablar entre sus vecinos.
Fue el 18 de enero del año 2000. O sea, en la previa de la fiesta, que se celebra los días 19 y sobre todo, 20 de enero (San Sebastián). Este último día solo se visten los dos Jarramplas elegidos para cada año, que en esta última ocasión han sido Julio Antonio Rubio Moreno y Ernesto Antonio Salgado. Y el día 19 lo hacen los mayordomos y ayudantes que se encargan de organizar y pagar los festejos. Pero además, en el pueblo es tradición organizar cada 18 de enero un Jarramplas para los niños. Quien sale a la calle viste el mismo traje que luego se pondrán otros los dos días siguientes. Y los nabos los lanzan «niños y no tan niños, que con 15 y 16 años ya tienen fuerza», recuerda Tamara Fernández, a quien estos días le están llegando al teléfono móvil más mensajes de lo habitual.
«De gente que me recuerda que la primera mujer que se vistió de Jarramplas fui yo», recuerda ella, que tiene ahora 35 años. Cuando le colocaron el traje y se echó a la calle a que le tiraran nabos tenía solo 13. No ha olvidado que estaba en el colegio y fueron a buscarla. «Recuerdo que había muchísima nieve en las calles del pueblo, y que estaba muy nerviosa mientras me vestían. Luego, cuando salí a la calle y empecé a escuchar mi nombre, saqué fuerzas. Fue impresionante».
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Ya entonces, como también ahora con María Hernando y María Torralvo, hubo alguna voz contraria a romper la tradición de que solo se vistieran hombres. O sea, lo normal, lo que habría pasado en cualquier sitio. Pero a Fernández no le importó demasiado, porque repitió experiencia en el año 2020, en el que fue mayordoma.
Laura, Paloma y Ester
«Volví a vestirme porque quería que me tiraran mis hijos», explica la joven, que reivindica también el protagonismo de otras tres piornalegas que siguieron su camino y se vistieron un 18 de enero. Ella se ha preocupado de recopilar los nombres de todas y los tiene apuntados: Laura Vicente Vicente en 2016 y 2018, Paloma Toribio Iglesias en 2020 y Esther Rubio Moreno este mismo año, hace solo unos días.
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«No es lo mismo salir el día 19 que el 18 –reflexiona Fernández–, porque los adultos tiran más fuerte, pero no hay tanta diferencia como podría pensarse entre salir para los niños y para los mayores». «Porque con 15 y 16 años –continúa– ya tiran muchos con la misma fuerza que un adulto, y porque cargas con el mismo peso o incluso más, porque hace 22 años el traje era de otros materiales y pesaba más».
A ella le ha quedado la espina de no haber podido salir un día 19. «Lo iba a haber hecho en el año 2020, pero sufrí un problema de salud el día 17, que unido a mi enfermedad de la columna (ya entonces había pasado por dos intervenciones quirúrgicas), desaconsejaban totalmente que me vistiera, y por prudencia, no lo hice». «Sé que ya no podré hacerlo –asume–, pero me queda el recuerdo de aquella primera vez, que no olvidaré». Y por lo que cuenta, su pueblo tampoco.
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