Un país que nunca se acaba

Palazuelo, comida y fonda

El final de una estación ·

El AVE y su nuevo trazado darán la puntilla a una parada mítica

Miércoles, 2 de abril 2025, 07:32

Hay un mundo ferroviario de ayer y un mundo ferroviario de mañana. El símbolo del futuro es ese tren AVE que recorrió Extremadura a 300 ... kilómetros por hora la pasada semana. El símbolo ferroviario del pasado es la estación de Palazuelo Empalme, también llamada Plasencia Empalme y, ahora, Monfragüe. Lo de Palazuelo fue porque así se llamaba la dehesa donde se levantó. Lo de Plasencia no tiene mucho que explicar y la denominación de Monfragüe se hizo con la idea, nunca materializada, de convertir sus pabellones en viviendas turísticas.

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La pasada semana, además del AVE en pruebas, también supimos que las obras de Talayuela a Plasencia llevan un retraso de dos años. Cuando finalicen, acabará la vida útil de esta parada mítica de los trenes extremeños, que era anunciada en los convoyes a viva voz por los revisores: «Palazuelo, comida y fonda». Quien mejor conoce la historia de Empalme, que así la llamaban los ferroviarios, es un antiguo trabajador de Renfe de 96 años que vive en Mérida y trabajó en Empalme al poco tiempo de que, en 1941, las 24 compañías ferroviarias españolas, arruinadas tras la Guerra Civil, fueran absorbidas por el estado para formar la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles. Sin embargo, nuestro interlocutor me ruega que «no lo nombre para nada».

La estación de Palazuelo se construye en 1896 tras unirse allí las líneas de Cáceres a Salamanca y Madrid. En 1913, se levantaron el consultorio médico y varios pabellones de tres plantas. Aunque el impulso definitivo llegó en 1917, cuando se implantó la jornada de de ocho horas, aumentó el personal y se levantaron siete pabellones más otros tres posteriormente y pequeños locales para tabernas y ultramarinos. Cada vivienda, dos por planta, tenía dos dormitorios, cocina, comedor y aseo.

En Palazuelo Empalme, llegaron a vivir mil personas y contaba con sacerdote, médico, maestro, maestra y una iglesia que hacía las veces de escuela. Al frente, el jefe de estación, que, cuando nuestro informador trabajaba allí como factor, era Agapito Ramos. Para ir a Plasencia a comprar, había un tren 'martero' semejante al que bajaba desde Béjar. Consistía en un vagón de tercera clase que se agregaba al tren mañanero a Salamanca para que los empleados y familiares de Renfe se acercaran a comprar al mercado placentino de los martes.

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Al lado de la estación, estaba la fonda o cantina, que en los años 1948-50 era regida por el señor Hilario, coronel de aviación en la Guerra Civil. Allí comían los empleados de Renfe sin familia y los solteros, aunque había una señora que daba de comer más barato en su casa y tenía un hijo que ejercía de cartero y peluquero en el poblado.

En los tres trenes que llegaban a Palazuelo Empalme a eso de las dos, los revisores recorrían los vagones preguntando si alguien iba a comer en la fonda. Así avisaban del número exacto de comensales por el telégrafo. Al llegar a estación, se anunciaba a viva voz: «Empalme, comida y fonda. Parada de 40 minutos».

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El agua para las locomotoras se recogía del Tiétar, un ingenio la subía hasta la estación de La Bazagona y hasta allí se trasladaba todos los días el tren de las aguadas, donde también viajaban los empleados jóvenes para bañarse en el río, comer sandías y pescar.

Palazuelo, Plasencia o Monfragüe Empalme inició su decadencia irreversible con la desaparición de las máquinas de vapor, agonizó con el cierre de la línea de la Plata en 1984 y el AVE le dará la puntilla. Pero siempre estará en la memoria de quienes hicimos allí comida y fonda.

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